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2.6.10

Alumna del Zen

No voy de kimono ni de toga, solamente piden ropa cómoda y oscura, que no llame la atención. No he leído ni un solo apunte de los que me han dado. No tengo el almohadón (zafu se llama) pero he encargado uno. No tengo muchos cuestionamientos sobre la técnica. Simplemente me siento y paso una hora en silencio. Es que el zazen (práctica de la meditación zen) me cautivó.

Y allí estoy, a partir de ahora, los martes por la tarde siendo alumna del zen. Porque el zen lo que primero que propone es ir siendo en vez de ser. La impermanencia es lo único permanente y eso debemos tener claro. Lo que somos en este momento ya no lo somos en el momento siguiente, entonces uno va siendo… alumno, profesor, consciente, inconsciente, equilibrado, emocional…. El zen nos da la oportunidad de cambiar automáticamente, de desatarnos de los mandatos sociales y propios del “yo soy”. Me parece fantástico: yo soy rígida pero puedo dejar de serlo con mi siguiente respiración y puedo volver a serlo muchas veces en mi vida. Entonces, ahora estoy siendo rígida, pero – exhalo, inhalo – ahora estoy siendo flexible.

La técnica del zazen es simple. Solo sentir como el aire sale por las fosas nasales sabiendo que cada exhalación es muerte y cada inhalación es renacimiento, el ciclo de la impermanencia, el yin y el yang si dejo que el taoísmo se cuele. En cada exhalación dejo de ser y eso me da la posibilidad de renacer siendo otro, en la inhalación. Se pierde el tiempo, pasado y futuro no existen y podría decir que en lo más profundo del zazen hasta el presente deja de existir. Uno solo está aquí y ahora en cada siendo sabiendo que ese momento no permanecerá.

La simpleza de la técnica se complementa con la exigencia de postura. El almohadón bajo la cola ayuda, tiene un sentido, permite mantener la espalda recta y facilita la postura de loto o medio loto. Aun así lleva tiempo acostumbrarse. Las manos se ubican según el mudra de contemplación, que ayuda a calmar la mente. La nuca estirada y la mirada hacia el piso sin inclinar la cabeza y sin cerrar por completo los ojos. El zen dice que la vida en general no es cómoda, no lo debe ser para que no nos quedemos “dormidos” en ella. La postura del zazen refleja este concepto: debe ser lo suficientemente cómoda para permitir la concentración y lo suficientemente incomoda para no permitir quedarse dormido.

Por supuesto en una hora de meditación hice y deshice mi vida, la lista del super, la clase que tengo que dar mañana y hasta programé las vacaciones! (al principio cuesta el silencio). No importa, dice el zen, los pensamientos deben pasar, es imposible detenerlos y dejar la mente en blanco. Los pensamientos son como nubes que pasan por el cielo, uno no es esas nubes, sino el firmamento que las sostiene. Este es otro concepto que me parece fantástico: uno no es lo que piensa, uno está por encima de los pensamientos y el zen nos lleva a descubrir ese verdadero ser que uno está siendo aquí y ahora. La impermanencia nos asegura que cuando logremos limpiar las nubes del cielo (dejemos la mente en blanco) aparecerán nuevas nubes que limpiar. Es así que sentimos la iluminación y luego volvemos a la inconsciencia. Ni siquiera la iluminación es permanente.

Vivir zen es una construcción constante porque todo cambia, desde la personalidad hasta la más pequeña célula del cuerpo. Y en esa impermanencia nada es más valioso que lo otro.

Parece que el zen llegó a mi vida para quedarse pero haciendo caso a las primeras enseñanzas que recibo, por ahora voy siendo una alumna del zen, mañana veremos…


Tai Chi del Parque – Instructora Marcela Thesz – Córdoba, Argentina.

El Latinoamérica:
http://www.zen-deshimaru.com.ar/
En Córdoba, Argentina: Dojo en Valle Escondido – Julio Caballero, médico y monje Zen. Mail…