Ahora respiro manualmente.
Ahora soy consciente que mi ropa roza mi piel y lo siento.
Ahora me doy cuenta que cada vez que trago siento un “crack” en los oídos.
Ahora percibo que mi nariz está siempre dentro de mi visión periférica.
Ahora soy consciente de que mi lengua no encuentra un lugar cómodo en la boca.
Ahora soy consciente de que no puedo ver mi espalda, pero puedo sentirla.
Ahora decido continuar de manera manual en mi día.
Originalmente publicado en ingles aquí: The Monkey Buddha
Todo se nos pasa. El 90% de nuestro día pasa desapercibido. Si, los hechos más relevantes generalmente quedan en nuestra memoria. ¿Pero respirar es un hecho irrelevante?
Si pudiéramos constantemente percibir el cuerpo y lo que sucede en él, veríamos el mismo momento en el que las emociones afloran, los pensamientos nos dominan y las reacciones que generamos.
Confiamos en lo automático. El cuerpo respira sin pensar, el corazón late sin nuestro consentimiento, los mocos se nos caen sin permiso, la presión arterial se sube sin consultarnos, el colesterol se acumula por antojo propio.
¿Estamos seguros de ello? Todo puede ser mejor si pasamos nuestro cuerpo a funcionamiento manual. Solamente atentos a cada momento, a cada respiración, a cada latido y por supuesto aun presentes en todo lo demás que sucede alrededor, pero de otra manera, no automática.
Tener los pies sobre la tierra (como lo tenemos todos generalmente) no es lo mismo que ser consciente que nuestros pies están sobre la tierra. Y la cabeza ¿dónde está?