En esos momentos la mente, desencajada de su rutina de control, no sabe bien que hacer. Tal como una fuente de agua en medio de la plaza, emanan de ella pensamientos, preguntas, reproches… por supuesto, emociones que no queremos sentir, el miedo, la culpa, el enojo, el arrepentimiento, la desilusión y también la sorpresa.
Como un GPS recalculando, nos preguntamos si hicimos bien o mal esto o aquello, evaluamos los pasos que nos trajeron a este lugar y nos reprochamos lo que creemos que fue un error.
Surgen alrededor nuestro un montón de paredes. Estamos en frente de ellas, acorralados. ¿Cuántas veces hemos pensado “no se que hacer”?
Cada pared es un pensamiento. La pared del arrepentimiento. La pared de los errores pasados. La pared del miedo. La pared de las concesiones dadas de mas. Y sobre todo, la pared de la resistencia, porque no queremos estar viviendo eso que nos toca. Queríamos otra cosa, no queríamos dolor, no buscamos ese dolor.
Estas paredes a las que nos enfrentamos no son enemigos. Están allí para que aprendamos a ver a través de ellas. En ves de ofuscarnos y apegarnos a su existencia o renunciar, debemos sentarnos frente a ellas, rendirles tributo y observarlas.
Debemos observar cada pared hasta que la misma se vuelva transparente. Así, comprendemos la naturaleza de estos pensamientos. Los mismos surgen de la defensa de la mente al no tener el control. Como una pared de hielo al derretirse, primero se vuelve transparente y logramos ver mas allá de ella. Si la observamos aun por mas tiempo, vemos como ésta se derrite junto con los pensamientos y las emociones que la crearon.
A la pared de la resistencia, tal vez debamos observarla por mas rato, hasta comprender que está allí defendiendo algo que también ya se derritió: nuestra ilusión de la realidad.
Si pudiéramos experimentar la situación tal cual es, sin tantos pensamientos agregados, las paredes serían finitas y simples de observar. Pero somos arquitectos responsables y las construimos bien gruesas.
El enojo por el motivo que sea, el miedo siempre a la pérdida, al dolor, la culpa, la frustración por las expectativas previas, el reproche y tantos otros, son solo pensamientos-emociones que debemos observar el tiempo que sea necesario.
La vida no debiera ser conducida por las reacciones de la mente. La vida tiene que ser vivida, experimentada.
Puedes estar leyendo esto y pensar que no comprendes lo que escribo o que estoy completamente equivocada. Bueno, esta bien. Pero ¿puedes observar lo que piensas?
Bodidarma (foto) llevó el budismo a China y creó del kung fu shaolin después de 9 años meditando en frente a la pared de una cueva.