Se encuentra ampliamente documentado que el tai chi, el qi gong y otras disciplinas como el reiki o la meditación, pueden colaborar en los procesos de sanación de diversas enfermedades o dolencias emocionales como la depresión, los ataques de pánico o las fobias. Pero es importante decir que ni el tai chi, ni ninguna otra disciplina, podrá hacer por uno lo que uno ya no está dispuesto a hacer por si mismo.
También pienso, tal y como me sucedió a mi hace algunos años, que el tai chi entra en el cuerpo a pesar de uno mismo, y de repente uno se encuentra haciendo cosas que antes hubieran sido inimaginables.
Cuando uno comienza su práctica de tai chi no sabe muy bien que esperar. No se espera la profundidad que ofrece esta disciplina y sorprende trabajar las emociones a través del movimiento. Al inicio uno se encuentra con emociones con las que no se quiere enfrentar, simplemente porque las ha esquivado toda la vida. Gran parte de las personas abandona la práctica cuando el tai chi les pide lidiar con sus emociones para poder avanzar.
Las personas que superan ese paso ya han hecho mas que suficiente: han decidido generar un cambio en sus vidas. Cuando uno ya está dispuesto al cambio, éste sucede, mas tarde o mas temprano, pero a través de la perseverancia, llega inevitablemente.
A partir de allí, y si uno logra entregarse a la práctica y recibir lo que la disciplina da, el tai chi se irá colando lentamente hacia dentro del cuerpo, de manera suave y sutil. Comienza entonces el proceso de Aceptar, Soltar y Limpiar necesario para cada emoción, situación y relación que debamos sanar para evolucionar.
Al armonizar las distintas energías del cuerpo (llámense chakras, yin-yang, etc.) lo que se obtiene es una mayor capacidad para lidiar con las situaciones y las emociones, una mayor visión interna y externa que nos permite ver otras posibilidades de acción y nuevas formas de hacer las cosas y también una mayor comprensión de lo vivido, que permite, a la larga, soltar.
Pero este proceso no sucede sino a través de la perseverancia en la práctica y a partir de la propia decisión de cambio. Ni el tai chi, ni el maestro pueden forzar al practicante a cambiar o a asistir a la clase. Ese es el propio granito de arena que uno debe poner.
El cerebro se resiste a cambiar sus propias estructuras de pensamiento y acción, puesto que eso implica un gran esfuerzo, entonces surge el boicot interno: “estoy cansado”, “voy mañana”, “yo no puedo”. Para generar un cambio en las estructuras cerebrales es necesaria la repetición del nuevo hábito que se desea adquirir.
Si uno logra aprender algunos movimientos de tai chi básicos y los practica en su propia casa, probablemente luego el cerebro pedirá mas tai chi! Es una teoría interesante, lo importante de destacar es que implica perseverancia y voluntad por parte de la persona y eso es algo que cada uno posee o desarrolla por si mismo ante el deseo real de estar mejor.
Por supuesto que costumbres arraigadas por años en el cuerpo serán más difíciles de cambiar, sobre todo si son reacciones emocionales que son parte de nuestro ser. Cuantos días lleve el cambio o incorporar el proceso de cambio no es importante. Lo que vale es tener confianza y fe de que a través de la perseverancia en la práctica uno logrará estar mejor.
Tai Chi del Parque – Córdoba, Argentina – Instructora Marcela Thesz