Un cuento Zen de ciencia ficción.
El analista emocional me dijo que debería enchufarme al momento presente por un tiempo. Fue una decepción para mí ya que hacia varios meses que lo lograba solamente a través de mi consciencia. Pero también reconozco que no son días fáciles los que estoy viviendo y que mi cabeza divaga entre pasado y futuro de manera notoria. Así que mañana al despertar me enchufo.
El programa “Enchufado al Momento Presente” o PPM (“Plugged into the Present Moment” en inglés) fue creado por la Comisión de Consciencia Humana hace 70 años y consiste en una pequeña caja que flota siempre al costado del cuerpo a la que uno enchufa su cable. La caja se conecta directamente con la Fuente Universal de Energía y el cable sale de la base de la columna. Entonces la mente recibe, a través del enchufe, una onda electro-magnética que la mantiene siempre en el momento presente, es decir que imposibilita que las neuronas realicen las conexiones necesarias para traer un recuerdo o proyectar momentos futuros.
En el año 2127 cuando se creó, poca gente creyó en su utilidad. Pero hoy día es prácticamente imposible vivir desvariando en el tiempo. El gran científico cuántico Johan Mans lo dijo en su momento: “El tiempo no existe, lo que vemos es lo que hay, el momento presente es lo único válido para la mente.”
A través de los años y de la práctica, algunos hemos logrado vivir algún tiempo sin estar enchufados, pero inevitablemente las cosas que nos suceden en la vida a través de las relaciones humanas, llevan a nuestra mente y cuerpo a generar variadas emociones y pensamientos que nos sacan del momento presente. La semana próxima debo dar una disertación sobre la evolución de un grupo humano a partir de un cambio en un patrón mental de uno de sus integrantes – soy antropóloga cuántica – y eso me tiene nerviosa. Por ello mi analista emocional me recomendó enchufarme.
Actualmente, el enchufe determina la calidad de vida de las personas, su éxito académico o profesional, su vida social, sus ingresos económicos. En el mismo currículum vitae uno debe indicar hace cuantos años está enchufado y para ascender un puesto en su trabajo es prácticamente imprescindible estar adherido al PPM. La mayoría de nosotros, los que rondamos los 30 o más llevamos solo unos años enchufados, pero nuestros hijos estarán enchufados desde el nacimiento. ¿Se imagina una vida completa vivida solo en el momento presente? ¡Asombroso! Cien o doscientos años atrás uno hubiera dicho que eso era imposible.
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Me levanto a las 6:50 de la mañana y en mi mesa de luz veo la nota que dice “Enchufate”. Lo hago. Me doy cuenta que hace días que mi mente no está en el momento presente, son los nervios. A partir de ese momento solo me puedo concentrar en lo que estoy haciendo, la onda electro-magnética llega cada 5 segundos. Voy al baño, hago pis y solo puedo pensar en eso, me lavo los dientes sintiendo mis dientes. Me visto, sin pensar en el efecto que causará mi ropa, solo me pongo la ropa. Hago café, tomo café. Siento este líquido cálido que baja por mi garganta y llega al estómago. Como una medialuna. No pienso en el efecto de la medialuna – su grasa y sus calorías – en mi cuerpo: la como.
Camino hacia el trabajo, solo está a 12 cuadras. En el camino observo a las personas, son solo personas. Lindas o feas, no lo sé, son simplemente personas. La mente enchufada al momento presente no categoriza, es imposible por que el momento pasó antes de que el proceso mental de categorización surja.
Veo a lo lejos una persona que se acerca en bicicleta. Más adelante y cerca de mí, una mujer camina, no está enchufada pero eso a mi no me incumbe. Siento mis pies al caminar, cada músculo que se contrae y relaja con cada paso. La cartera me pesa en el hombro, la brisa desordena mi peinado. Es lo que es: viento, pasos, cartera.
El ciclista se acerca con velocidad. La mujer no enchufada no lo ve. El ciclista pasa a su lado y le arranca la cartera de su brazo, velozmente continua su camino. Lo veo pasar a mi lado. Me sonríe. La mujer se cae al piso estupefacta.
Sigo caminando y ayudo a la mujer a levantarse. Ella se acomoda la ropa y trata de reaccionar a lo que pasó. Se lamenta, llora. La ayudo a recuperarse y luego de unos momentos, la acompaño a un teléfono público y le presto mi chip para llamar a su marido. Luego la saludo y sigo caminando.
Siento conmoción por lo que pasó. Me siento insegura, ¿me pasará también a mi? Me quedo triste por la mujer. La onda electro-magnética llega... Siento mis pies al caminar, cada músculo que se contrae y relaja con cada paso. La cartera me pesa en el hombro, la brisa desordena mi peinado. Es lo que es: viento, pasos, cartera. En este momento presente, nada ya me suscita temor.
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Hay personas que no se quieren enchufar. Creen que no podrán vivir sin tiempo, sin emociones, sin pensamientos. Pero el enchufe no evita sentir, o pensar. El enchufe evita quedar atrapado por esos sentimientos y pensamientos. Uno los siente, uno piensa, pero está por detrás, deja pasar. Aquello que la mente no puede hacer sola, la onda electro-magnética hace: suelta y deja pasar.
La mayoría de las personas no enchufadas son aquellas que han sufrido un gran dolor, una pérdida, una vivencia fuerte que las marcó. Se sienten en falta al intentar dejar eso atrás por ello lo reviven una y otra vez. Los ladrones y otros delincuentes se aprovechan de los no enchufados, saben que son presa fácil. Los observan por un rato y logran notar cuando la mente del no enchufado se perdió en el tiempo. En ese momento son vulnerables, porque no saben lo que sucede en el momento presente. El ladrón, entonces, ataca.