En general, las personas que se acercan a la práctica de tai chi y chi kung lo hacen desde la perspectiva de querer saber todo sobre lo que van a comenzar a practicar o realmente sin importarles mucho los detalles.
Saber…
La mente humana nos induce una necesidad de controlar todo constantemente, cosa que es imposible pero que creemos que podemos lograr a través de la obtención de información. Creemos que sabiendo los detalles técnicos de cada movimiento nos irá mejor, los movimientos serán más efectivos.
En el chi kung, cada movimiento está relacionado con uno o más sistemas de meridianos, una determinada energía según la teoría de los cinco elementos y la del yin y el yang. Saber que tal movimiento armoniza el estómago y tal otro el corazón es de utilidad, pero no imprescindible.
En el tai chi, esto se vuelve mas complejo, ya que como es un arte marcial debemos aprender si el movimiento es de defensa o ataque y en cada caso como se ejecuta ante un adversario. A eso se le suma el trabajo sobre la energía que cada movimiento genera.
Si los vemos en mayor profundidad, sumamos la respiración, la intención de la mente y la atención o concentración durante la práctica. Luego de un largo tiempo de práctica, si tenemos la suerte de practicar con un instructor que sabe todos estos detalles, llegamos a conocer algunos movimientos en profundidad sabiendo para que sirven y como se ejecutan.
¿Es realmente esto necesario? Si no sabemos todo eso, ¿no obtenemos los mismos resultados? Tanto pensamiento controlado afecta también a la circulación energética. Es como si la mente estuviera continuamente interrumpiendo el fluir de la energía, diciéndole “hace esto, hace aquello porque yo sé”. A veces esa mente también se tiene que callar.
No saber…
Otro enfoque es confiar en el movimiento. Los movimientos son milenarios, diseñados por personas que se dedicaban a percibir su energía y perfeccionar el entrenamiento en pos de mejorar su salud, su capacidad marcial o prolongar su vida.
Sin saber para que sirve, el movimiento armoniza de todas maneras aquello que debe armonizar. No es que un meridiano o un órgano sea consciente de nuestra falta de conocimiento y por ello decida que la energía no debe fluir.
Cuando confiamos en el movimiento sin discutir con él, la energía fluye y el cuerpo sana. Cuando discutimos con el movimiento (pensamientos del tipo “este no me gusta” o “este no me sale”), todo se traba.
Pero si es importante aprender algunos aspectos, por que si no el movimiento se pierde. No saber absolutamente nada es ser un poco negligente con la práctica y con uno mismo. Hay que preguntarse si realmente a uno le importa esta práctica y si es así, aprender un poco.
Aprender más o menos los movimientos para poder realizarlos solo, es importante. La respiración es otro factor importante, coordinada con la ejecución del movimiento. En el caso del tai chi, la intención mental también es importante. Y siempre, la concentración en ese mismo movimiento que estamos realizando.
Más que conocimiento, creo que podemos llamar a esto atención. Debemos estar atentos a lo que estamos haciendo, sino la energía se dispersa independientemente de la exactitud de la técnica o lo mucho que sepamos. Esta es una gran clave.
La necesidad de la mente por saber y controlar, sobre todo de los occidentales, es lo que nos ha llevado a tener que hablar en las clases y explicar detalles que los milenarios maestros orientales nunca explicarían. Las personas necesitan entender y luego practicar.
Pero, cuando nos estregamos a la práctica y a la clase sin resistencia, sin reservas, confiando en que hemos llegado al lugar indicado en el momento indicado, superamos esa necesidad de la mente y confiamos en que el movimiento nos dará lo necesario.
Como siempre, lo más indicado es el equilibrio entre saber y no saber.
Cuando practicamos “abrazo del árbol” en el parque, comenzamos revisando la postura. Voy recordando los puntos a tener en cuenta: pies en la tierra, rodillas flexionadas, espalda recta, coronilla hacia el cielo, bajar los hombros, relajar las articulaciones, etc. Cuando hemos revisado toda la postura, atendemos la respiración, cerrando la boca, inhalando y exhalando por la nariz, sintiendo el movimiento de la panza. Luego, visualizamos la energía que entra de la Tierra y circula por el cuerpo de manera ascendente y la energía que entra del Cielo y circula de manera descendente, uniéndose en el dantien.
Cuando hemos revisado todos estos puntos importantes (que no les pido que aprendan de memoria sino que atiendan mientras me escuchan) les digo: “Ahora estén atentos, quietos, por unos momentos, sin dejar que la mente se meta, dejando pasar los pensamientos sin que éstos gobiernen el momento. Simplemente estando parado ahí, como un árbol”.