Por Enrique Mariscal
"Está presente en los movimientos del corazón, en la respiración que nutre nuestro cuerpo, en los deshielos, en el cortejo sexual, en la música que imanta nuestros pies, en el ciclo inexorable de las estaciones, en las mareas y en el tránsito despacioso de la oruga a mariposa.
La unidad de la vida se expresa de manera acompasada. Es posible escuchar el concierto sideral en que danzan estrellas y planetas cuando en el silencio de la alta montaña se percibe, sublime, el poder de lo simple.
La bóveda celeste, poblada de infinitos guiños, late en armonía con el universo todo y nos eleva livianos a la conciencia de un destino superior: el de ser plenamente la nada que somos. En ese vacío total reside una extraordinaria energía de creación.
En la lengua inglesa se puede valorar el alcance del término nothing, “nada”, de la expresión not a thing, “ninguna cosa”.
La sencillez nos permite bailar con el infinito, seguir sus pasos, respetar el orden de lo elemental, gozar del ritmo respiratorio, cardíaco, solar, lunar, musical, pasos del fuego por frotación.
No buscar, quedarse aquí mismo, ahora, es encontrar. Uno comienza a envejecer cuando pierde el ritmo del presente. El baile es ahora y alguno de los danzarines se ausenta en el pasado o se instala en el futuro.
No busques una pista ideal para exhibir ante alguien tu danza; ella acontece, sin interrupción, en la unidad rítmica del universo, en la alegría de cada compás, en la quietud del pleno vacío. Entonces, con espontánea simplicidad, bailarás de amor."
Este fue nuestro trabajo del sábado pasado (1/10) en La Estancita, Río Ceballos en la salida anual de práctica intensiva en el campo.
Chi Kung con los pies en el agua. |