Dice el Tao que todo lo que existe es una dualidad. Cada cosa tiene su opuesto, un complemento que le permite alcanzar la totalidad. Desde lo más pequeño hasta la inmensidad del universo, todo existe en relación a otra cosa:
Lleno / Vacío. Electrón / Protón. Mente / Conciencia. Pensamiento / Emoción. Pecho / Espalda. Adelante / Atrás. Cabeza / Pies. Arriba / Abajo. Día / Noche. Verano / Invierno. Cielo / Tierra. Cerca / Lejos. Expansión / Contracción.
¿Puede cada uno de estos, existir sin el otro? Un opuesto no es algo malo con lo que deberíamos luchar. Un opuesto es aquello que nos permite existir. Es más, si uno deja de existir, el otro automáticamente también lo hace, porque sin su par, pierde el sentido mismo de su existencia.
Tan unidos están los opuestos que tienen la capacidad de generarse, consumirse y convertirse mutuamente. Cuando el día se agota, surge la noche. Cuando el verano se agota, surge el otoño (pequeño invierno). Si hay mucho de uno, hay poco del otro y viceversa.
El ciclo de la existencia de las cosas se da a través del continuo cambio de uno a otro. Solo en un efímero momento ambos se encuentran en equilibrio. Luego uno crece hasta su máximo y en ese punto genera al opuesto, que desde su mínima expresión, crece hacia el mismo objetivo: morir para que su opuesto pueda existir nuevamente. Los opuestos colaboran entre si en pos de perpetuar su existencia.
Lo más importante no es identificarse con uno y otro, sino comprender que en el cambio de uno a otro está la existencia. Aferrado a solo una parte, la otra muere y por ende aquello a lo que me apego también morirá. Debo soltar, para que suceda el cambio.
Nuestra vida cotidiana, nuestras emociones, pensamientos y situaciones por las que atravesamos, se rigen también por estos principios. La vida es energía y sucede en el constante cambio. A veces vivimos situaciones que consideramos buenas, ¿podríamos considerarlas así si no hubiésemos vivido situaciones malas?
Las emociones que sentimos, existen en nosotros porque también existe su opuesto. A una de las dos partes estamos aferrados y por ende no dejamos ir a ninguna de las dos. Simplemente para que algo deje de existir debemos matar su opuesto, es solo que muchas veces estamos terriblemente apegados a ese opuesto.
Por ejemplo, sientes frustración, quieres dejar de sentirla pero retienes la necesidad de algo (de reconocimiento, de éxito, etc.) que al no ser cumplida, te frustra. Mata la necesidad y no sentirás frustración. Sientes enojo, entras en cólera con facilidad: mata tu apego a la paz, a los momentos de tranquilidad y facilidad. Deja que los momentos sean tranquilos o terriblemente confusos y complicados. Nada es siempre igual.
También, aquello que haces, lo haces ahora porque antes no lo hacías. Juegas al tenis, porque antes no lo hacías. Aprendes francés porque antes no sabías hablar ese idioma. Envejeces porque antes eras joven!
El cambio es el motor de la vida. Es un deseo innato del ser humano. Cambia, transmuta. Si tienes miedo, si te resistes, te apegas a algo, te quedas quieto y todo se detiene, se estanca y a la larga se morirá porque no permites – no te permites – el cambio.
Matar y permitir vivir es exactamente lo mismo. O matas al opuesto o reverencias a ambos.
Creo que lo más fácil es ser las dos cosas: el que mata y permite, el que sabe y el que no sabe, el que se enoja y está en paz, el que se necesita y se frustra, el que es viejo y joven… en esa totalidad te permites cambiar, avanzar, fluir y aquello que te molesta va dejando de existir.
No te catalogues, no te definas como bueno o malo, como pasivo o activo, como tranquilo o inquieto. Si eres uno, eres el otro. Acepta eso y todo será más fácil.
Firma: la que escribe y la que no :)