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8.4.14

1 clase, 3 clases

Nunca nada se repite. Todo lo que hacemos, cada vez que lo hacemos, es novedad.

Los días martes doy 3 clases: mañana, mediodía y tarde. Son de chi kung. Lunes a la noche diseño la clase, armo una lista de 10-12 movimientos, que incluso esta vez pegué con cinta a la pared para poder seguir mi propio plan. Iba a ser un día ocupado y mi mente podía olvidarlo todo sin querer.

Y el instructor, aquel que se para frente a la clase, no puede funcionar como un autista, solo prestando atención a sus propias ideas e intenciones. Yo no enseño así, prefiero conectarme con quienes están en la clase y dejarme llevar, dejarme modificar.

Entonces la clase inicial que tenía anotada cambia sola en función de quien la toma. Varío sutilezas en algunos movimientos, saco uno y agrego otro de mi lista, ya que en ese momento siento que alguien necesita hacer algo especifico. Y en la clase siguiente, vuelvo al plan original, o no... aprovecho el cambio y lo profundizo.

Lo que voy diciendo en la clase, explicando sobre cada movimiento también va cambiando. En una clase dije una cosa, en la siguiente clase dije otra cosa y en la tercera, otra explicación diferente. Todas válidas, todas útiles para quienes las estaban escuchando. Vaya a saber por qué digo lo que digo, pero no cuestiono y lo digo, cuando estoy segura de que surge de la conexión con mis alumnos y no de mi ego de instructora.

Creo realmente que la energía de los alumnos es la que manda, es la que me lleva a decir o no decir tal o cual frase, a explicar o enfatizar un determinado concepto. Es la necesidad de la persona, expresada en su energía, la que le indica a mi energía qué hacer.

Un instructor con esa apertura es un servidor, está al servicio de la clase y no autodeterminado por sus ideas.

Todos respiramos diferente, nos movemos diferente, sentimos diferente y nuestra energía se estanca de distinta manera. Y fluyo con la diversidad de mis alumnos y no pienso “este movimiento hoy ya lo he repetido 500 veces”. Cada vez que lo enseño a alguien sirvo a ese momento. Entonces cada vez que hago, me estoy inaugurando, soy novedad.

Aun cuando repito, nunca me repito. Estoy plenamente presente en lo que estoy haciendo y diciendo y a la vez, no lo planifico, lo hago y me sorprendo. Me dejo sorprender.

Y así, una clase son tres clases distintas, un movimiento es millones. Todo es nuevo, siempre.

 “En la mente de principiante hay muchas posibilidades. 
En la mente del experto, muy pocas.”