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8.8.12

Caminar también habla de ti

Nuestra conexión con la energía de la Tierra es a través de los pies. También, incorporando energía de la Tierra equilibramos el cuerpo ya que es energía estabilizante, tranquila y descendente que armoniza la energía de Cielo que constantemente incorporamos a través de la respiración (ver artículo anterior), que es caliente y activa.

La conexión con la Tierra es tan importante como respirar y la forma en que caminamos habla de esta conexión.


Cada paso que damos es un cambio que hacemos

Para dar el paso debemos sacar el peso de la pierna que deseamos mover, dejándola vacía, soltando para poder avanzar. La otra pierna sola en equilibrio nos sostiene por unos segundos, totalmente activa. Cuando querramos hacer el siguiente paso, esa pierna activa deberá cambiar, vaciarse para moverse.

Observar ese cambio constante entre peso lleno (yang) y vacío (yin) es comprender la naturaleza del movimiento energético. Todos los sucesos de la vida surgen a partir de este movimiento, el constante cambio entre yin y yang.


Pasos constantes de la medida justa

El largo del paso depende de cada persona. Lo importante es que con ambas piernas los pasos tengan la misma longitud. Si con una pierna caminamos mas largo que con la otra, hay una desarmonía. Mas yang o mas yin, la que sea debe armonizarse con la otra.

Siempre hay cosas que nos gustan mas que otras, es en esas en las que ponemos mas energía. Aunque nos parezca placentero o lindo, eso representa un desequilibrio que luego se ve reflejado en el cuerpo, en nuestra salud, en nuestra mente y emociones.

El talón va primero

Al avanzar, es importante apoyar primero el talón del pie, una vez que se ha sentido la Tierra debajo, solo ahí comenzar a descargar el peso del cuerpo en ese pie.

Cuando el peso del cuerpo cae sobre la pierna antes de apoyar el pie en el piso, avanzas demasiado atolondrado, sin observar las consecuencias, sin observar hacia a donde vas.

El talón en el piso nos permite corregir el rumbo, regresar, evitar pisar algo desagradable, o definitivamente afirmarnos sobre el paso que damos, con seguridad y presencia.

Si por el contrario lo primero que apoyamos es la punta del pie, no tenemos prácticamente ninguna oportunidad de volver atrás.

Si observamos como apoyamos el pie en la Tierra y lo comparamos con como iniciamos nuestras acciones, seguramente habrá conincidencias.

No caminamos sobre la cuerda floja

El ancho correcto de los pies sobre la tierra es el ancho de la propia cadera y al caminar es importante respetar ese ancho. Si caminamos sobre una sola línea, apoyando ambos pies, delante y atrás sobre ésta, el equilibrio es muy difícil. Pensar en dos líneas paralelas y avanzar con un pie sobre cada una de éstas nos brinda mayor estabilidad.

También eso nos permite pensar que siempre hay dos caminos, dos posibilidades, abrirnos a otra posible realidad.

No comenzar un paso antes de haber finalizado el anterior

Al igual que en la respiración, en el caminar hay un punto de quietud y de silencio entre un paso y el otro. Cuando terminamos un paso y antes de comenzar el siguiente existe un brevísimo momento de quietud, que como siempre, es el momento en el que podemos decidir si seguiremos avanzando o es momento de hacer otra cosa. Nuevamente, es el momento previo a la acción en la que el siguiente paso no es una reacción al anterior sino la consecuencia del movimiento energético en el que venimos participando.

Para esto, no debemos apurarnos. Dejarnos llevar por el ritmo de la energía que se mueve en el caminar.

Enraizados

Cuando el pie está en conexión con la Tierra y la mente en el aquí y ahora, es decir presente en ese pie en la Tierra, decimos que estamos enraizados. Como un árbol con sus raíces que se hunden en la Tierra, de nuestros pies salen raíces que también nos unen y conectan y permiten que intercambiemos energía con el planeta.