BUSCAR EN TAI CHI DEL PARQUE

21.10.10

Mente y Consciencia, un cuento para niños

Mente es una niña que vive cerca de mi casa. Es chiquita pero tiene mucha fuerza y además es muy traviesa. Algunos de mis vecinos creen que es mala porque siempre nos propone hacer alguna travesura, además es malhumorada y enojona, aunque otras veces anda muy contenta.

Una mañana, antes de ir al colegio, Mente pasó por mi casa y nos fuimos juntas caminando despacito porque era temprano. Ni bien llegamos a la esquina Mente ya estaba de mal humor porque hacía calor. Se quejaba del sol y se quejaba del aire. Yo no pensaba que hiciera tanto calor, pero Mente me lo repitió tantas veces que al final me convenció y empecé a quejarme con ella: - ¡Qué calor! - decíamos juntas.

Cruzamos la calle y a Mente salió corriendo. Me gritó ya de lejos: - ¡Alcánzame! Y yo corrí tras ella tan rápido y tan descuidadamente que me tropecé y al caer me raspé todas las rodillas. Llegué dolorida a la escuela, caminando como podía. La seño me limpió y me curó. Me senté en mi banco dispuesta a pasar el día tranquila ya que no iba a poder jugar mucho en los recreos.

En el primer recreo, Mente vino a charlar conmigo. Yo estaba sentadita en un banco del patio y me dijo:
– ¿Estás aburrida, no?
– No – dije yo.
– Yo creo que si, porque no podes hacer nada – me dijo Mente – aburrida, aburrida, ¡aburrida! – me canturreó y se fue. Me quedé pensando que ahora estaba aburrida.

En el segundo recreo, Mente jugaba con nuestras amigas del colegio y me sacaba la lengua de lejos. Me hizo enojar. Yo también quería jugar.

En el último recreo, mis rodillas ya no me dolían tanto y en vez de quedarme sentada, yo también me puse a jugar con mis compañeras. Pero a Mente se le ocurrió jugar una carrera y yo no quería correr, porque tenía miedo de caerme nuevamente. Me quedé parada en medio del patio viendo como todas corrían alejándose de mi y empecé a llorar muy enojada.

Cuando mis compañeras volvieron le dije: – ¡Ustedes son malas! ¿No se dan cuenta que yo no puedo correr?
Y me fui enojada corriendo al aula. Mis compañeras quedaron asombradas.

Al final del día volví caminando sola a mi casa.
– ¿Qué te pasó? Me preguntó mi mamá cuando me vio lastimada y triste.
– Me caí – dije y le conté todo lo que me había pasado ese día.
Después que mi mamá me consoló un rato le dije, reflexiva: – Yo creo que Mente me trae mala suerte.
– ¿Por qué? – Preguntó mi mamá.
– Por qué me hace hacer cosas que yo no quiero hacer y son cosas malas y feas.
– No tienes porque hacerle caso a Mente, puedes ignorar lo que ella te dice y hacer lo que tu sientas – me explicó mi mamá.

Me quedé pensando en cómo lograr ignorar a Mente y no hacerle caso. Ella y yo somos y siempre fuimos buenas amigas, hace mucho tiempo que estamos juntas y es difícil para mi prescindir de ella. La extraño cuando no está.

Esa noche, antes de dormir, le pregunté entonces a mi mamá sobre este dilema.
– Mente es una buena niña, – me dijo – muchas veces hace cosas muy buenas, te ayuda en las tareas y al estudiar matemáticas, pero otras veces Mente es muy traviesa y sobre todo, es muy olvidadiza. Ella nunca se acuerda de lo que está mal, entonces lo hace una y otra vez. Aunque le digas que está mal, al rato se olvida y vuelve a repetirlo. Para Mente es muy difícil cambiar y hacer cosas buenas, porque siempre, siempre, ¡se olvida de todo!

Lo que decía mi mamá era verdad. Mente era muy olvidadiza.
Entonces mi mamá me sugirió hablar con la hermana de Mente, que es más grande que nosotras, para pedirle que la ayude a recordar algunas cosas y así pueda ser más buena. Así que la mañana siguiente me fui a ver a Consciencia, que vive con Mente y su familia a la vuelta de mi casa.

– ¡Hola! ¿Está Consciencia? – le pregunté a la mamá de Mente cuando llegué.
– Si, pero está durmiendo. Consciencia es muy dormilona – me dijo la madre.
– ¿La puedo despertar? – pregunté.
– Si – dijo la madre mientras yo entraba a la casa y me dirigía a la habitación de Consciencia.

– ¿Consciencia? ¿Consciencia estás despierta? – pregunté a media voz.
– ¿Mmmm? ¿Quién es? – me respondió aun dormida.
– Soy la amiga de Mente y necesito tu ayuda – le dije.
Me miró dormida con los pelos desordenados y me invitó a sentarme en la cama. – ¿Qué hizo Mente ahora? Y le conté todo lo que había pasado el día anterior.
– ¿Me puedes ayudar? – le pregunté al final.
–  Si – me dijo – pero yo soy muy dormilona y la mayoría de las veces que Mente hace travesuras yo estoy durmiendo. Si logras despertarme cada vez que Mente hace algo malo yo hablaré con ella para que recuerde lo correcto.

Me quedé pensando…
–  ¿¡Cómo podría despertar a Consciencia cada vez que Mente meta la pata!? ¡Y tuve una fantástica idea!
– ¿Tienes teléfono celular? – le pregunté.
–  Si, dijo ella.
– ¿Me das el número? Te llamaré para despertarte. Y agendé el número en mi celular y escribí en la palma de mi mano lo siguiente:

“LLAMAR A CONSCIENCIA CUANDO MENTE HACE TRAVESURAS”

Desde entonces, Mente y yo somos nos llevamos muy bien. Consciencia siempre está presente, cada vez ¡mas despierta!



Tai Chi del Parque – Instructora Marcela Thesz – Córdoba, Argentina.
En colaboración con mi hija Lourdes de 9 años que me preguntó simplemente: “¿Quién es esa personita que está en mi cabeza que me hace hacer cosas que no quiero?” y además ilustró el cuento.