Traté de que esta frase resonara en mi mente hace unos días cuando me tocó estar inmersa en un ambiente de tensión continua, donde una persona enfocaba su enojo hacia mí constantemente. Intenté a cada momento no darle motivos, aun así me atacaba. Entonces decidí ceder a cada uno de sus ataques, sin responder ni siquiera con una mirada. Finalmente, la persona se alejó y el tiempo me dio la razón.
“El rinoceronte no encontrará donde clavar su cuerno, el tigre donde clavar sus garras ni el soldado donde hundir su espada. ¿A qué se debe esto? Porque no admite la muerte”. Esto explica Cheng Man Ching, citando a Lao Tze, cuando habla de no tener miedo a la intimidación (1).
“Lao Tse elogia a la débil agua, a la que nada puede vencer debido a su extrema suavidad. Cuando no tengo cuerpo, ¿qué daño puede acaecerme?”. Seguir el ejemplo del agua es de gran utilidad en situaciones de tensión. El agua cede a sus obstáculos, busca la forma de rodearlos y siempre llega a su destino. Por más que le claven espadas, le lancen piedras o puños, el agua se mantiene indemne, inalterable en su suavidad, en su camino.
Esta cita de Cheng Man Ching se refiere a ser blando como el agua ante un ataque. A tener la capacidad de estar relajado aun en las peores situaciones. Si no es posible relajarse tampoco es posible ser suave. Si no hay suavidad no hay tai chi. Es a partir de la suavidad y la relajación que sentimos el cuerpo, la energía y acallamos la mente.
Cuando una persona ataca, se debe ser suave y ceder como el agua. Siempre! No dejar que el miedo y el temor se apoderen de uno, sino mantener la relajación y dejar pasar la energía del adversario. El miedo nos hace reaccionar sin pensar y se devuelve el ataque sin conciencia del efecto que esto pueda tener.
En el tai chi es muy importante comprender el concepto y el uso del ceder. Una de las estrategias de combate más utilizada es la que explica Wong Kiew Kit en “El arte del Tai Chi Chuan” (2): “Si hay yang, aplica yin; si hay yin aplica yang”. Esto significa que no se puede responder a un ataque (yang) con otro ataque, sino con un movimiento defensivo (yin) que implica ceder a la fuerza del adversario dejando pasar la misma. Luego, cuando el adversario ha utilizado toda su energía en el ataque y se encuentra en su estado yin, será posible atacar y lograr vencer.
Los movimientos defensivos que implican girar la cadera y el tronco en unidad, manteniendo la alineación con los hombros, tienen el principio de ceder. Al desviar la fuerza del atacante de manera circular, es necesaria mucha menos energía que si el bloqueo fuera recto; y aun menos energía si el desvío sigue la dirección del impulso del atacante.
En la actualidad no combatimos con las personas físicamente, pero si verbalmente, visualmente (esas miradas que traspasan el cuerpo) y emocionalmente. Es ante estos ataques que debemos convertirnos en agua, ceder y dejar pasar. No hacer caso a las agresiones, indirectas o insinuaciones, sino mantenernos en nuestro centro, respirar profundo y soltar eso que nos duele al momento de la agresión.
Es difícil, porque a veces reaccionamos desde el ego, sentimos dañado el orgullo, pero el ego y el orgullo realmente no tienen ninguna utilidad. Ceder a nuestro propio ego también implica no agredirse a sí mismo, no desvalorizarse ni humillarse. Implica realmente vivir suelto, sin tantas ataduras.
Recordar esta frase cada vez que uno se encuentra en una situación tensa ayudará a ir soltando el ego y a empezar a ver que la mayoría de las veces la agresión de la otra persona tiene más que ver consigo misma que con uno. Al tener claro que la agresión es la debilidad de otro, será posible ceder y, si es necesario, atacar luego desde el propio centro, la propia consciencia. Pero la mayoría de las veces, contra-atacar ni siquiera vale la pena!
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(1) “Instrucciones avanzadas para la forma del tai chi” de Cheng Man-Ching – Ed. Tao -ISBN: 8492128003.
(2) “El arte del tai chi chuan” de Wong Kiew Kit – Ed. Martínez Roca – ISBN: 842702357X.
Tai Chi del Parque – Instructora Marcela Thesz – Córdoba, Argentina.