BUSCAR EN TAI CHI DEL PARQUE

31.1.13

Seguir los instintos, encontrar la propia verdad

Todo lo que deberíamos aprender en la vida es a encontrar la propia verdad y luego lograr la determinación absoluta de ser fieles a eso.

Cuando alguien me dice “lo hice porque sentí que era lo que tenía que hacer”, comprendo que no hay crítica ni refutación válida que se pueda hacer respecto a eso, siempre y cuando esta persona esté realmente conectada con si misma y no con su ego caprichoso.

El primer paso, encontrar la propia verdad, es decir conectarse con aquello que uno siente en lo profundo de su ser, lleva tiempo de conseguir. No diría que es difícil pero si que requiere mucha disciplina y constante renunciamiento a los pedidos del ego.

El primer impulso que aparece en nuestra mente siempre es el del ego: quiero esto, quiero aquello, esto no, aquello tampoco. Deseos y rechazos que surgen de la capa mas superflua de nuestro ser. Y no estoy hablando solo de cosas materiales, sino que amistades queremos, que amores queremos, trabajos, estilos de vida, principios morales, etc. Todo lo superfluo es una construcción del ego y del personaje que intentamos ser. Recién cuando empezamos a limpiar esa capa superficial, que a veces es bastante gruesa, empezamos a descubrir lo que somos por debajo de los caprichos del yo.

Eso requiere, como decía, renunciamiento y disciplina. Significa decir que no, una y otra vez, a todo aquello que ya sabemos no nutre sanamente nuestro ser y a la vez, lograr una apertura a todo aquello que nos sucede. Parece contradictorio pero no lo es. Simplemente dejamos de generar forzadamente lo que consideramos útil para nosotros y nos abrimos a que suceda lo que sea que deba suceder.

Empezamos a considerar que el universo está a nuestro favor y que siempre lo que sucede, lo que llega, es lo que debe.  

Es así como dejamos de creer que nos pasan cosas malas o buenas, solamente nos pasan. Mientras el ego no se meta en esa ecuación, logramos mantener esa apertura. Al juzgar desde la mente, ya dimos un paso hacia atrás y estamos de nuevo tratando de acomodar la realidad según nuestras preferencias. Pero no importa, podemos volver al estado de apertura una y otra vez, con práctica y disciplina (meditando por ejemplo).

Entonces, cuando estamos abiertos y receptivos a todo lo que sucede adquirimos la capacidad de “leer el mundo”, de interpretar las señales que el universo nos va dejando y actuar en consecuencia. Esa es la no-acción, significa hacer sin hacer, porque uno no hace nada, el universo es el que te lleva.

Y ahí está la propia verdad. Quien puede discutir tu lectura del mundo y tus acciones al respecto? Absolutamente nadie si tu tienes claro que has escuchado las señales desde tu estado de apertura… uno solo puede estar tranquilo por uno mismo, es decir que solo uno sabe cómo ha actuado. (El que actúa desde su ego, no sabe que actúa desde su ego, pero aquel que una vez aunque sea ha actuado desde el universo ya no tiene vuelta atrás, sabe la diferencia y es consciente desde donde surge cada acción que hace. Y eso depende de cada uno, nadie puede ver, corregir o cambiar eso en otra persona.)

Y luego siempre hay personas que les gusta discutir e imponer su propia visión, que estoy segura, es una visión del ego, no es una verdad propia, porque cuando uno ha tenido la propia experiencia de escuchar el universo, aprende a respetar las verdades ajenas.

Pero bien, hay personas que nos van a criticar o a discutir, o a pretender hacernos cambiar de opinión. A veces no son personas, sino mandatos sociales o familiares, estructuras culturales que parecen opuestas a la propia verdad. Y esta es la segunda parte y tal vez más difícil: mantenerse fiel a la propia verdad a pesar de los tironeos externos.

Mantente en el centro
y deja que todo lo
demás siga su curso.
Comenzar a discutir y a defender es volver al ego. La verdad es solo propia, los mensajes son para uno y la mayoría de las veces no sirven para nadie mas. Entonces mas vale mantenerse en el centro, en la apertura y dejar que todo los demás circule alrededor sin prestarle mayor relevancia. A veces hay que tener coraje para plantarse y comprometerse con lo que uno siente en su interior. Pero comprometerse no es discutir ni desafiar, es una acción profunda hacia uno mismo de determinación, lo que no significa terquedad u obstinación. Todo puede cambiar, de hecho lo hace y lo que sentimos también cambia.

Nuevamente nos toca renunciar, decir que no a todo aquello que no cuadra con lo que sentimos. Aunque la oferta sea tentadora, si sabemos que no se condice con el camino interior que estamos descubriendo, deberemos tener el aplomo de renunciar a ello.

Y a veces nada de esto sale, allá nos vamos con el ego, y está bien, no pasa nada. Lo importante es que siempre podemos volver a repetir el proceso. Siempre podemos volver a conectarnos con nuestro interior y escuchar las señales y luego mantenernos en nuestro centro todo el tiempo que nos sea posible y cuando todo se desparrame y se desacomode nuevamente, volver a empezar: encontrar nuestra verdad y ser fiel a ella.