Las personas hacen cosas – o no hacen cosas que eran necesarias hacer. Cuando eso nos afecta, reaccionamos. La reacción puede ser palabras que se dicen, actos que se realizan o simplemente pensamientos y emociones que surgen. De cualquier modo, nos sentimos de una manera distinta repentinamente y creemos que la culpa de nuestra sensación la tiene el otro y además, que este otro ser, actuó a propósito.
Esa es nuestra forma más común de pensar pero debo decir que es también la forma más egocéntrica de pensar.
Dos claves importantes que podríamos tener en cuenta previo a reaccionar…
1) Las personas actúan en función de si mismas. Tienen emociones que los llevan a hacer o no hacer. Tienen pensamientos positivos o negativos, que derrumban o construyen sus mundos, igual que uno. Tienen problemas e inconvenientes en la vida que hacen que se olviden, se desconcentren, exageren, sobreprotejan.
Solía molestarme la desatención de las otras personas, al considerarme yo (muy egoicamente!) una persona muy atenta, es decir que la mayoría del tiempo presto atención a lo que estoy haciendo. Hasta que sucedió algo durante lo cual yo estaba totalmente desenfocada. Una situación que afectó a muchas personas, pero que no fue a propósito de mi parte.
Observarme en ese momento me permitió comprender que aquello que me molestaba tanto yo también se lo hacía a los otros y no me daba cuenta. Todos pasamos por los mismos momentos de descontrol y cada cosa que hacemos en realidad solo tiene relación con uno mismo, sus propios pensamientos, sus propias emociones, su propio nivel de atención.
Si estamos atentos al momento presente, cada cosa que hacemos (palabra, acción o pensamiento) será lo natural que debe ser y no afectará ni mas ni menos de lo que debe afectar. Pero, si no estamos atentos, metemos la pata y las acciones tienen mayores consecuencias, pero eso no quiere decir que sea intencional. Todos pasamos por esto.
Si comprendemos esto ya estamos un paso más adelante evitando la constante confrontación.
Pero, eso no quita que igual surja una sensación de descontento en nuestro interior y tengamos por momentos ganas de gritarle al “culpable”…
2) El segundo paso es observar las emociones que surgen en nosotros para lograr no cumplir con lo que éstas nos demandan.
Uno de los conceptos budistas que más me gusta es el de la impermanencia, palabra que tuve que agregar a mi diccionario de Word para que no me la subraye en rojo, es decir, muy desconocida para nosotros.
Las emociones son impermanentes. En realidad, nada permanece tal cual es, todo cambia a su debido momento. Eso significa que lo que estés pensando y sintiendo en este momento dejará de serlo dentro de unos minutos, horas o días.
La emoción que surja ante la acción que te molesta del otro en algún momento va a dejar de existir. Si logramos observarla durante el tiempo suficiente sin que no nos lleve a actuar en función de ella misma, va a desaparecer.
La próxima vez que te enojes con otro, te moleste algo, incluso te alegre o satisfaga, obsérvate. Recuerda tus propios momentos en los que has enojado o alegrado a otra persona. Comprende al otro comprendiéndote y aceptándote a ti mismo. Luego, observa tus emociones y simplemente espera, sin hacer nada, sin perder la paciencia.
Comprobarás lo que acabo de escribir.
Saludos!