Comprensión o confianza son los caminos posibles hacia la aceptación. Es a través de la aceptación que encontramos la armonía en nuestra vida, soltamos lo que ya no es necesario llevar encima y seguimos hacia adelante.
La mente de los seres humanos siempre nos lleva a intentar comprender todo. Siempre preguntamos… cómo, cuándo, dónde, por qué? Si no comprendemos una pequeñez de la situación, quedamos estancados en esa mínima oscuridad y muchas veces la utilizamos de excusa para quedarnos agarrados de las situaciones o emociones que nos tocan vivir.
¿Cuántas veces hemos dicho en nuestras vidas “no entiendo”? No entiendo porqué sucedió aquello… Porqué tal persona hizo eso… Porqué me toca vivir esto. Le sumamos el “para qué” tratando de completar la ecuación en búsqueda del motivo, del aprendizaje que debe existir y es así como quedamos estancados en la no-aceptación hasta que no aparecen tales respuestas. Olvidándonos de vivir en el presente, nos quedamos atados a algo que ya pasó.
Existen áreas del conocimiento en las que uno debe recurrir a otra persona con mayor conocimiento para poder utilizarlas y simplemente confía en estas personas creyendo que actúan en función de nuestro bienestar. Por ejemplo, cuando es necesario acudir a un contador, uno no le discute porqué hace las cosas como las hace, sino que confía en que contrató un buen profesional y se deja llevar por sus indicaciones. Lo mismo sucede al recurrir a un médico, un abogado, un profesor, etc. O cuando alguien recurre a uno en busca de de ayuda, uno actúa desde su propio conocimiento buscando lo mejor para el otro. (Hay excepciones, pero generalmente es así).
La confianza es, de esta manera, otro camino para la aceptación. Uno acepta las cosas que debe hacer o por las que debe pasar porque así lo indica otro que sabe más y que puede ver variables que uno no tiene la capacidad de ver.
En el ámbito de la vida, la muerte, las dificultades, el destino por ponerle un nombre, ¿quién es el que sabe más? Evidentemente no es uno mismo, sino el Universo, el Tao, Dios, o el nombre que cada uno utilice según sus creencias. Cuando la situación nos es favorable, agradecemos, cumplimos las promesas y ofrendas que realizamos. Pero cuando las cosas no son lo que esperábamos, en vez de confiar, descreemos, dudamos y nos quedamos con el no-entendimiento. Discutimos, nos empeñamos en creer que está en contra nuestra o le gusta complicarnos la vida. Perdemos la confianza (…a propósito, para no enfrentar lo doloroso?...)
Nos creemos tan omnipotentes que no sólo pensamos que podemos comprender todo sino también que lo que sucede alrededor siempre tiene relación con uno mismo. ¿No es más fácil confiar que las cosas son exactamente como deben ser, aún cuando nos hacen sufrir, y no utilizar tanto tiempo y energía en tratar de comprender?
Jeje! Si todos tenemos contrato con el que más sabe!
La mente de los seres humanos siempre nos lleva a intentar comprender todo. Siempre preguntamos… cómo, cuándo, dónde, por qué? Si no comprendemos una pequeñez de la situación, quedamos estancados en esa mínima oscuridad y muchas veces la utilizamos de excusa para quedarnos agarrados de las situaciones o emociones que nos tocan vivir.
¿Cuántas veces hemos dicho en nuestras vidas “no entiendo”? No entiendo porqué sucedió aquello… Porqué tal persona hizo eso… Porqué me toca vivir esto. Le sumamos el “para qué” tratando de completar la ecuación en búsqueda del motivo, del aprendizaje que debe existir y es así como quedamos estancados en la no-aceptación hasta que no aparecen tales respuestas. Olvidándonos de vivir en el presente, nos quedamos atados a algo que ya pasó.
Existen áreas del conocimiento en las que uno debe recurrir a otra persona con mayor conocimiento para poder utilizarlas y simplemente confía en estas personas creyendo que actúan en función de nuestro bienestar. Por ejemplo, cuando es necesario acudir a un contador, uno no le discute porqué hace las cosas como las hace, sino que confía en que contrató un buen profesional y se deja llevar por sus indicaciones. Lo mismo sucede al recurrir a un médico, un abogado, un profesor, etc. O cuando alguien recurre a uno en busca de de ayuda, uno actúa desde su propio conocimiento buscando lo mejor para el otro. (Hay excepciones, pero generalmente es así).
La confianza es, de esta manera, otro camino para la aceptación. Uno acepta las cosas que debe hacer o por las que debe pasar porque así lo indica otro que sabe más y que puede ver variables que uno no tiene la capacidad de ver.
En el ámbito de la vida, la muerte, las dificultades, el destino por ponerle un nombre, ¿quién es el que sabe más? Evidentemente no es uno mismo, sino el Universo, el Tao, Dios, o el nombre que cada uno utilice según sus creencias. Cuando la situación nos es favorable, agradecemos, cumplimos las promesas y ofrendas que realizamos. Pero cuando las cosas no son lo que esperábamos, en vez de confiar, descreemos, dudamos y nos quedamos con el no-entendimiento. Discutimos, nos empeñamos en creer que está en contra nuestra o le gusta complicarnos la vida. Perdemos la confianza (…a propósito, para no enfrentar lo doloroso?...)
Nos creemos tan omnipotentes que no sólo pensamos que podemos comprender todo sino también que lo que sucede alrededor siempre tiene relación con uno mismo. ¿No es más fácil confiar que las cosas son exactamente como deben ser, aún cuando nos hacen sufrir, y no utilizar tanto tiempo y energía en tratar de comprender?
Jeje! Si todos tenemos contrato con el que más sabe!
Símbolo chino para la palabra Confianza.
Tai Chi del Parque – Instructora Marcela Thesz – Córdoba, Argentina.