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11.12.13

El poder de la quietud

 

Voy a insistir en la importancia de quedarse quieto, más aún en este momento del año y también ante la situación social que vivimos en Argentina estos últimos días.

Solo a través de la quietud logramos observar nuestros pensamientos y emociones. Habitualmente estos son energías que nos impulsan a actuar de manera reactiva, sin reflexionar más allá de lo primero que surge en nuestra mente.

Muchas veces estos pensamientos y emociones no son siquiera propios. ¿Alguna vez has actuado de una manera en la que luego no te reconoces? Pues bien, nuestro cuerpo energético tiene la capacidad de absorber las energías que lo rodean. Esto lo hace constantemente a través de la interferencia de las energías electromagnéticas que todos los seres y cosas emiten (todos somos energía e irradiamos constantemente). Nuestra energía se cruza con todas las otras: las del miedo, las del fin de año, las del estrés laboral, las de la euforia, etc. Nuestro campo energético se equilibra con el del ambiente todo el tiempo, dando y tomando, receptando y emitiendo.

Es en la quietud en la que podemos determinar si las emociones que surgen en nosotros son propias o ajenas y entonces elegir conscientemente no dejarnos llevar ni actuar a partir de éstas. A través de a auto-observación profunda, de conocernos íntimamente y no engañarnos, aprendemos lo que somos y lo que no somos.

Además, al estar quietos, nuestro cuerpo actúa como el agua: va permitiendo que lo denso se vaya al fondo y decante hacia la tierra. La densidad emocional y mental se aquieta y la Tierra la recibe y transforma. El contacto con la tierra y el aire nos permite incorporar energías nuevas a nuestro cuerpo. De esta manera reciclamos nuestra energía, nos limpiamos y nos permitimos soltar y renovar.

Esto es mucho mejor cuando estamos al aire libre, en la montaña, un lago, el mar, etc. La naturaleza siempre es una fuerza más potente que nosotros y nos recicla y nos recarga de la misma manera que los ambientes densos nos contaminan y sobrecargan.

Con lo cual, en una tarde de paseo en este inicio del verano (o invierno para quienes están al norte) recordemos dedicar un rato a la quietud, al silencio y a dejarnos limpiar y renovar por la naturaleza. No hay que hacer nada, solamente estar allí, quietos y dispuestos a que eso suceda.