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29.8.13

Sentarse



Estos zafus vacíos ya me están esperando.

Estaré sentada por cinco días. Me voy a Sesshin de invierno de la Sangha (retiro de meditación zen del grupo con el que practico, Viento del Sur).

Sentarme es ya parte de mi vida. Es algo natural a lo que recurro cotidianamente. Ante cualquier situación, primero me siento. Trato de no apurarme. Muchas veces me siento simplemente por sentarme, por el placer de estar quieta observando la vida, sin hacer mucho mas que eso.

Los invito a sentarse. Disfrutar unos momentos de la sensación de tener el culo apoyado en una silla de manera consciente.


Sentarse de Enrique Mariscal, libro “El poder de lo simple”.

Para llegar bien lejos es imprescindible primero sentarse. En algún momento corresponde borrar la pizarra.

Detenerse es una decisión importante, sentarse lo es todavía mas. Es ubicarse en el cosmos para conectarse con el ahora. Implica callar, filtrar las acciones que promueven el deseo, desensillar, acampar, concentrar energía en la escucha, en lo que se dice, meditar, ir a nuestro eje, a nuestro centro, sin querer llegar a ser “alguna otra cosa”. Es una posibilidad extraordinaria de ingresar en el no-movimiento.

Si lo que se busca en la vida es dinero, hay que sentarse para pensar bien cómo se consigue o se utiliza. Si lo que se pretende es liberarse de las posesiones que nos posee, hay que sentarse para encontrar los correctos movimientos que manumisan.

Los mas sabios textos de la India antigua se llaman upanishads, denominación que en sanscrito equivale a “sentarse”.

Confiamos en cualquier autoridad porque tenemos miedo a quedarnos solos. Buscamos protección en alguien que sospechamos mas consistente. Pero una cosa es la triste soledad del aislamiento, que implica tristeza, corrupción, quebranto y división, y otra es la soledad propia del hombre libre.  La sensación de “rama caída” implica quebranto, aislamiento desafortunado, un estado de corrupción con la unidad de la vida.

Un proverbio sanscrito dice que las ideas son hijas de mujeres estériles.

Tal vez por eso estemos necesitando una educación inmunizadora que nos eleve a la grandeza de lo simple. La protección está en las alturas, no en las contiendas. Toda guerra es una guerra perdida.

El gladiador que se desconoce a si mismo es un perdedor crónico, no sabe quién es su enemigo, ignora contra quien pelea y qué quiere ganar. Está combatiendo consigo mismo y no se da cuenta de ello, envejece sin renovar energías, sin obtener aprendizaje alguno. Todas las medallas y monedas que pueda juntar en esa condición carecen de valor, son falsas. Es una tontería seguir luchando para defenderlas, a nadie le interesan, son viejas, tienen la edad del garrote creado para asustar.

El llamamiento de la vida nueva pide tregua, descanso, renuncia, sentarse. Rejuvenecer en la alegría.”

Gracias a todos.