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3.5.10
El insuperable valor de la impermanencia
El nacimiento y la muerte son hechos concretos que ninguno de nosotros puede evitar, más allá de la función que desempeñemos en la vida. Los nacimientos se celebran, pero la mayoría de los seres humanos tememos a la muerte. Con el objeto de controlar nuestro temor, por lo general buscamos solaz en la religión.
Aunque cada un de as tradiciones religiosas más difundidas imparte sus propias enseñanzas en lo que concierne a la muerte, el budismo es la única que promueve la doctrina de la impermanencia como una de las verdades universales. No obstante, esta verdad no es tenida en cuenta por muchas personas. La mayoría de la gente no logra comprenderla o penetrar en ella. En consecuencia, la “impermanencia2 se ha convertido en una palabra prohibida en la vida cotidiana.
Según la enseñanza budista, la impermanencia es, de hecho, un fenómeno bueno. Gracias a ella podemos apostar por el futuro y tener esperanzas de que exista la felicidad sin sufrimiento. Imaginemos un mundo inmutable, en el cual todo fuese siempre de la misma manera. ¿Nos gustaría vivir en un mundo así? Si la respuesta es “no”, deberíamos tener en cuenta la doctrina budista de la impermanencia. Sin embargo, debemos comprender que los resultados del cambio pueden ser positivos o negativos, de acuerdo con las causas y condiciones que prevalezcan en cada momento.
Cuando logremos comprender la impermanencia en su totalidad, aprenderemos a valorar más nuestra vida, nuestras pertenencias y amistades. Cuando tengamos la oportunidad de apreciar como crece la semilla hasta convertirse en árbol, otorgaremos más importancia al cambio. Por otro lado, al observar como una flor pierde sus pétalos con el cambio de estación, experimentaremos los aspectos negativos de la impermanencia. La impermanencia hace que todo sea posible. Lo negativo puede transformarse en positivo y viceversa. Si trabajamos duro, los pobres pueden volverse ricos y los que están en la oscuridad pueden iluminarse. Si no hubiese cambio posible, la dictadura nunca sería vencida por la democracia, la barbarie cuenca hubiese sido reemplazada por la civilización. La impermanencia nos asegura que nuestra fama, fortuna y buena salud no son eternas. En consecuencia, no es bueno apegarse a las posesiones. En lugar de ello, deberíamos tener en cuenta la verdad de la impermanencia y aprovechar cada oportunidad que se nos presenta.
Además de ser una doctrina budista, la “impermanencia” es una ley universal de la naturaleza. Los escritores clásicos han reflexionado sobre ello en su prosa y poesía. “Por donde el césped y la maleza crecen despreocupadamente transitaron soldados y caballos aguerridos. ¿A dónde van los héroes mientras sopla el viento y fluye el agua?”. Pese a que la impermanencia, el sufrimiento y el vacío son hechos concretos de la vida, si desarrollamos nuestra mente con miras a la iluminación y a la concreción de la verdad primordial, probablemente logremos trascenderlos. Siempre y cuando estemos decididos a alcanzar la última etapa de realización personal – el nirvana -, seremos capaces de superar el cambio y hallar el camino que nos lleve hacia la libertad verdadera sin ataduras.
Del libro “Entre la Ignorancia y la Iluminación” del Maestro Hsing Yun – Ed. Altamira – ISBN 9879017366
Tai Chi del Parque – Instructora Marcela Thesz – Córdoba, Argentina.