Extracto de mi libro “El Camino de la Serpiente”.
¿Qué necesitaba esa niña de 8 años, mi niña interna que todavía estaba
reclamando atención? Hicimos un ejercicio así en la terapia, para que yo me
conectase con mis necesidades más profundas. Mi niña interna probablemente
necesitaba un abrazo, cariño o protección, pero yo le di otra cosa.
Sentada en mi zafu, trabajando con la imagen de mis miedos de la infancia,
esta sensación de que en realidad nadie me veía a mí, me di a mí misma lo que
de adulta me ayudó a comprender que en realidad nunca estamos solos y que
siempre estamos conectados.
Mi sensación de soledad fue perenne por años. Me sentí sola y enajenada
muchas veces y en muchos ámbitos de mi vida. Desde que estoy con mi marido y mi
hija, ya no tanto, pero a veces aún aparecía esa sensación de soledad.
Años atrás, en una experiencia profunda de meditación, vi por primera vez y
con los ojos cerrados como, a través de la energía estamos conectados a todas
las cosas y a todas las personas, no importa la distancia.
Unos entramados de luz dorada que nunca terminan, sino que dibujan formas, son la base de toda la existencia. Cuando los vemos, los percibimos o los sentimos, ya nunca más nos sentimos solos porque nos damos cuenta que siempre, sin excepción, siempre, estamos conectados a la totalidad. A través de estos entramados y conexiones de energía, estamos en contacto con todas las personas. Entonces cuando nos sentimos solos, solo debemos encontrar el hilo de luz que nos une con la persona que necesitamos y la energía se empieza a mover, conectándonos. Aunque lo leas y no lo entiendas, yo puedo sentirte leyendo mis palabras.
A mi niña interna, a la niña de 8 años asustada y sola, le di la capacidad
de percibir el entramado de energía que la unía con la totalidad. En ese
momento sentí que el tiempo se doblaba para mí, me unía en un entre-tiempo a mí
de 35 años con mí misma de 8 años y de mis manos a las de mi niña pasó una
energía en forma de llama dorada, pequeña, entraba entre las manos, hacia ella,
que la tomó y la utilizó para conectarse.
Eso llevó un tiempo, muchas veces volví con mi niña a reforzar la intención
de conexión. Después de unas semanas, la (me) veía conectada con todo. Veía
como los entramados dorados partían de mi cuerpo y me conectaban con mi
familia, mi escuela y mi entorno, ya no me sentía sola y mi miedo era menor.
Sé que eso cambió mi presente. De alguna manera, lo que me di a mí misma en
el entre-tiempo me permitió una conexión mayor en el presente e hizo que en
este proceso diera un paso más.
Extracto del libro “El Camino de la Serpiente” de Marcela Thesz.