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8.1.14

El tiempo se dobló para mí


Extracto de mi  libro “El Camino de la Serpiente”.


¿Qué necesitaba esa niña de 8 años, mi niña interna que todavía estaba reclamando atención? Hicimos un ejercicio así en la terapia, para que yo me conectase con mis necesidades más profundas. Mi niña interna probablemente necesitaba un abrazo, cariño o protección, pero yo le di otra cosa.

Sentada en mi zafu, trabajando con la imagen de mis miedos de la infancia, esta sensación de que en realidad nadie me veía a mí, me di a mí misma lo que de adulta me ayudó a comprender que en realidad nunca estamos solos y que siempre estamos conectados.

Mi sensación de soledad fue perenne por años. Me sentí sola y enajenada muchas veces y en muchos ámbitos de mi vida. Desde que estoy con mi marido y mi hija, ya no tanto, pero a veces aún aparecía esa sensación de soledad.

Años atrás, en una experiencia profunda de meditación, vi por primera vez y con los ojos cerrados como, a través de la energía estamos conectados a todas las cosas y a todas las personas, no importa la distancia.

Unos entramados de luz dorada que nunca terminan, sino que dibujan formas, son la base de toda la existencia. Cuando los vemos, los percibimos o los sentimos, ya nunca más nos sentimos solos porque nos damos cuenta que siempre, sin excepción, siempre, estamos conectados a la totalidad. A través de estos entramados y conexiones de energía, estamos en contacto con todas las personas. Entonces cuando nos sentimos solos, solo debemos encontrar el hilo de luz que nos une con la persona que necesitamos y la energía se empieza a mover, conectándonos. Aunque lo leas y no lo entiendas, yo puedo sentirte leyendo mis palabras.

A mi niña interna, a la niña de 8 años asustada y sola, le di la capacidad de percibir el entramado de energía que la unía con la totalidad. En ese momento sentí que el tiempo se doblaba para mí, me unía en un entre-tiempo a mí de 35 años con mí misma de 8 años y de mis manos a las de mi niña pasó una energía en forma de llama dorada, pequeña, entraba entre las manos, hacia ella, que la tomó y la utilizó para conectarse.

Eso llevó un tiempo, muchas veces volví con mi niña a reforzar la intención de conexión. Después de unas semanas, la (me) veía conectada con todo. Veía como los entramados dorados partían de mi cuerpo y me conectaban con mi familia, mi escuela y mi entorno, ya no me sentía sola y mi miedo era menor. 

Sé que eso cambió mi presente. De alguna manera, lo que me di a mí misma en el entre-tiempo me permitió una conexión mayor en el presente e hizo que en este proceso diera un paso más.



Extracto del libro “El Camino de la Serpiente” de Marcela Thesz.