Salgo a caminar
temprano cada mañana.
Hoy cambio un
poco de ruta de ruta y llego a la rotonda del Jardín Botánico. Más de una vez
me he sentado allí en el centro a ver los autos pasar, el panorama de la ciudad
desde lo alto y a meditar.
¿Alguna vez te
has sentado dentro de un círculo tan definido como una rotonda? Se siente la
energía que el círculo, como figura geométrica pura, es. Y se percibe el fluido
circular de las cosas alrededor.
Me siento más o
menos en el centro de la rotonda. Me siento el centro de este círculo. Los autos
circulan alrededor… hay bastante tráfico porque es hora de ir a trabajar. Y yo
me siento allí. Por estar en el centro, me siento importante… Por estar meditando
tan expuesta, me siento estúpida. Ambos sentimientos conviven en mí en esos
momentos.
Creo que la gente
que pasa alrededor mío me mira, se pregunta qué estoy haciendo o piensa “¡qué
bien que medita!”. Al fin y al cabo,
estoy allí, en el centro, donde todos me ven.
Escucho sonidos
de palabras, entonces también creo que la gente habla de mi. Pueden decir
elogios o reírse de mí por hacer algo tan tonto como sentarse en la calle, en
vez de ir a trabajar y hacer algo productivo e importante.
Con toda esta
importancia personal tironeándome hacia los extremos de ser estúpida o
admirable, medito. Empiezo a observar lo importante que creo que soy para todos
los que están a mi alrededor (circulando por la rotonda) y me voy dando cuenta,
mientras observo todo este pensamiento discurrir en mente, que en realidad a
nadie le importa que yo esté allí. Que no soy en centro de nada, que los que
circulan alrededor lo hacen por sí mismos, en función de su propio camino. Nadie
gira en torno mío. La mayoría ni siquiera me ve o me presta atención, ni siquiera
me dedica un pensamiento u opinión.
Me doy cuenta
(otra vez) que mi vida tal cual es – admirable o no, según parámetros propios o
ajenos – es simplemente mía y que es una de las tantas colaboraciones al fluir
de esta ciudad, a la energía colectiva del millón de personas que viven en
Córdoba. Soy solo una más. Individual y a la vez unida al resto… solo parte.
El círculo del
cual soy centro, es solo mío y de nadie más. Es más, nadie quiere mi círculo,
pues cada uno quiere el propio, para sentirse también el centro.
Me levanté y
seguí caminando cuando el jardinero municipal llegó a cortar el pasto de la
rotonda. Creo que ni me vio.
Es necesario
trabajar con la importancia personal, diría Don Juan a Castaneda…
"Mientras te sientas lo más importante del
mundo, no puedes apreciar en verdad el mundo que te rodea. Eres como un caballo
con anteojeras: nada más te ves ti mismo, ajeno a todo lo demás. La importancia
que nos concedemos en cada una de las cosas que hacemos, decimos o pensamos,
embota todos nuestros sentidos y nos impide percibir la vida de forma clara y
objetiva."