Picasso en Malaga (estatua). |
Terminando en
invierno por este lado del mundo me doy cuenta lo importante que es para una
persona tener un rato de soledad en algún momento del día y, a la vez, poder
estar al aire libre. Durante el invierno estas dos cosas se van complicando:
hace frio, estamos todos adentro, juntos y da pereza salir a caminar…
En la
cotidianeidad, las relaciones, las actividades, vamos intercambiando energía
con las personas y los lugares por donde andamos. Nuestro campo energético se
va cargando. No importa que se cargue de lo bueno o de lo malo, lo que importa es
se carga de cosas que no son propias.
El campo energético
de cada persona es único, depende de sus emociones, pensamientos, órganos,
postura, muchas variables. Se “contamina” con cualidades de las otras personas
y de la energía que va quedando adherida en los ambientes y que tomamos al
estar en o con.
La soledad es
importante en el sentido de que nos permite: 1) metabolizar lo que hemos
incorporado, eso significa que el sistema energético haga circular lo nuevo y
lo incluya como propio; y 2) eliminar lo ajeno, lo que no hace falta, lo viejo
para que entre lo nuevo, soltar lo que hemos tomado sin querer para quedar
alivianado.
Si no lo hacemos
a diario, el cuerpo energético se sobrecarga y termina afectando al cuerpo físico.
Lo que sucede al estar en soledad es que el campo energético deja de interactuar
con lo externo y puede ocuparse de sí mismo. Si siempre está intercambiando, no
queda espacio para armonizar y re-equilibrar.
Para el proceso
de soltar, limpiar y eliminar lo ajeno y lo viejo es sumamente importante
entrar en contacto con la naturaleza. Por lo menos unos 20 minutos al día en el
que estemos al aire libre dejando que la energía de la Tierra y el Cielo nos
reciclen. La Tierra recibirá aquello que deseamos soltar y el Cielo nos nutrirá
con nueva energía depurada y revitalizante.
En plena ciudad,
en días de trabajo ajetreado podemos ir a una plaza cercana y sentarnos en un
banco. No hace falta irse al medio del campo o a la montaña todos los días,
sino encontrar un pequeño y simple espacio que nos permita la conexión con la
naturaleza. Puede ser el balcón, el patio, la plaza, una caminata por la
peatonal, sentarnos al lado de una fuente, etc. Allí donde allá un poco de
verde, tierra o agua…
Si no tenemos
contacto periódico con la naturaleza se nos va complicando el auto-reciclado. El
cuerpo también se va sobrecargando porque no posee el contacto a tierra
necesario para soltar esa sobrecarga.
La próxima vez
que te sientas agotado y saturado, ya sabes: un rato solo al aire libre es la solución.