Hablo
de las Formas, esas secuencias de movimientos que aprendemos en clase y
repetimos infinitamente sin aparente razón. Cuando comenzamos con los primeros
pasos de una Forma, lo que queremos al instante es completarla, saberla entera.
No importa que sea larga o corta, sino completa.
Nuestras
mentes no comprenden que lo que menos importa es saber toda la Forma. En la
cultura de la velocidad, donde todo debe ser rápido, por qué esperar un año
para aprender lo que queremos hoy. Si Google nos da resultados en 0.15 segundos
el tai chi debería darlos casi igual de rápido.
A su
vez, terminar una Forma implica automáticamente comenzar a aprender otra.
Dentro del tai chi chuan hay por lo menos cinco estilos y en cada estilo hay varias Formas. Digamos mas de 100 en total… ¿debemos
aprenderlas todas?
Debemos
comprender que la Forma no es el objetivo sino la manera en la que
practicamos tai chi. Las Formas se crearon para que los guerreros recuerden
los movimientos y sus aplicaciones. Cada escuela creó su Forma de acuerdo a los
propios principios de enseñanza. Las Formas se fueron modificando con el
tiempo, se perdieron y rescataron luego de Revolución Cultural en China. Hoy en
día practicamos versiones modernas de las Formas, aún en el caso de las
llamadas “tradicionales”, todas están teñidas de modernidad.
El
tai chi chuan se aprende a través de tomar consciencia de lo que sucede mientras
nos movemos y se practica a través de la repetición. A medida que vamos
adentrándonos en la práctica, nuestro cuerpo se va despertando y tomamos
consciencia de las distintas partes del mismo y de las tensiones acumuladas.
Cuando ya conocemos algunos movimientos y estos están internalizados (cuando no
tenemos que pensarlos mucho para ejecutarlos) empieza la verdadera práctica del
tai chi chuan. Cuando el movimiento es consciente, unificado, interno, es
cuando la energía circula y con su poder desbloquea y sana.
Esto
se logra con un solo movimiento o con 200, no importa la cantidad de
movimientos que sepamos mientras que ejecutemos cada uno de ellos de manera atenta
y unificada. A través de la repetición del mismo movimiento, que ya conocemos y
ejecutamos desde nuestro interior, la energía se va potenciando, la respiración
se va armonizando y la mente se va calmando.
Practicar
una Forma corta o larga, completa o por la mitad no tiene importancia mientras
la repetición de la misma no sea mecánica, sino que nos vaya llevando a un
estado de unión de lo interior con lo exterior. Un vez que nuestra memoria
mental y corporal nos permiten practicar sin pensar en el movimiento siguiente,
debemos concentrarnos en cada movimiento en particular en el momento justo en que
lo estamos ejecutando. Eso nos permitirá estar atentos, la atención en el
movimiento nos da la lentitud, ir lento nos permite fluir desde adentro sin
apurarnos por lo que sigue, fluir nos permite armonizarnos internamente y con el
exterior.
Esto se
logra a partir de tomar consciencia del momento presente, del movimiento que
estamos ejecutando. Cuanto más sepamos y más deseemos abarcar menos podremos
tomar consciencia. Si apenas terminamos una Forma, aprendemos otra, éstas nunca
servirán como elemento para profundizar en nosotros mismos. Tal vez porque
tengamos miedo a ver lo que hay dentro de nosotros.
Saber
muchas Formas puede representar un largo camino realizado en el tai chi chuan y
un arduo trabajo. Pero saber muchas Formas puede llegar a ser también un camino
fácil: una tras otra sin realmente nunca profundizar con ninguna.
Saber
una sola Forma se puede ver como poca experiencia, pero practicar una sola
Forma durante toda una vida implica perfeccionarla, sentirla, internalizarla
hasta lo más profundo de nuestro ser y a partir de ahí conocernos, sanarnos y
vivir en el aquí y ahora. Saber conformarse con una sola Forma es tomar un
camino difícil, pero definitivamente uno de buenos resultados.
Imagen por Quezzie.