“Cuando uno de los encuentros nocturnos llegó a su fín, le pregunté al filósofo si me
permitía ir con él al Barrio Manchu, donde vivía junto a otros ancianos en
viviendas muy humildes. Por ende, dejamos la Taberna Oi Shi, el lugar habitual
de reunión de los Taoístas. En el camino a su casa, de pronto temí que mi presencia
pudiera molestar la meditación del filósofo.
Caminamos por calles angostas y desordenadas; él permanecía
en silencio y caminaba muy lentamente y dolorido. Advertí que apenas podía
flexionar su rodilla derecha. “Esta es la consecuencia de un accidente que tuve
cuando era niño,” me dijo. Mis temores eran, sin embargo, absolutamente
injustificados, Tian Shi estaba feliz caminando a mi lado y pronto empezó a conversar.
Siguió con la conversación durante todo el trayecto. Sé que los maestros
taoístas de la antigua China solían mantener distancia de los que consideraban
intrusos. Iban en pos de la soledad para su profunda meditación.
Tian Shi se detuvo y se inclinó sobre una roca que estaba
justo al lado del camino que iba hasta el barrio Manchu. Por un momento pensé
que quería descansar unos minutos, pero no era así. Extendió su brazo
y sin pronunciar palabra, señaló un gran árbol que estaba
semi-oculto. Me parecía que estaba seco. Sus largas ramas elevándose sin
siquiera un simple tono verde en las hojas. En la oscuridad de la noche parecía
estar rodeado de un rayo de luz amarillenta que se desvaneció al cabo de un
momento. Me invadió la magia. Pensé que estaba ante un espejismo, una ilusión
similar a una sombra en la llanura.
Durante un momento Tian Shi parecía extasiado, el misterioso
rayo amarillento lo rodeaba también, conformándose un todo entre su figura y el
árbol seco. Después de lo que percibí como una eternidad, Tian Shi habló. Dijo:
“No está seco, parece muerto pero no lo está. Simplemente se ha aislado,
separado de los otros porque no puede evitar capturar al tiempo implacable, el
reloj cósmico. La naturaleza lo ha encadenado y encerrado hasta el fin del
tiempo”.
Permanecí en silencio. Tian Shi continuó, “lo he estado
buscando y finalmente lo encontré”. Señaló un pájaro semi-dormido que “No se ha
marchado, no quiere dejar su hogar. Quiere demostrarle gratitud a su protector,
el árbol sin hojas. El pájaro inmóvil siente la energía latente en el interior
del árbol. El árbol se ha hundido en sí mismo y comparte la tristeza de todos
los pájaros que alguna vez anidaron en sus hojas y que no pueden inundar el
aire con su música.”
Permanecí en silencio. “El pájaro cree firmemente en las
cualidades matriarcales de la Primavera y espera fielmente, con inequívoca
certeza, el cumplimiento de la ley natural. Cuando vi al pájaro supe inmediatamente
que el árbol no estaba muerto.”
Tian Shi hizo una pausa por un momento. “Dr. Liotta, cuando
regrese a su país, que la investigación científica occidental no le haga olvidar
la alegoría de la Vida brindada por este triste pájaro del barrio Manchu.”
El triste pájaro de Guangzhou no podía más que esperar que
este tiempo llegara. Tal es el misterio de la vida. La esperanza nunca deja de latir
en el corazón del triste pájaro. Una clase diferente de esperanza, sin las
complejidades de la esperanza humana. Sólo la voz de la naturaleza repitiendo
que siempre sucederán determinadas cosas.
Las palabras de Tian Shi estaban llenas de sabiduría. Han
dejado una marca indeleble en mi alma, y otra profunda en mi corazón. Aquellas
palabras tenían que ver con los más encumbrados problemas de la Vida, la Naturaleza,
y la Humanidad en forma de filosofía sencilla y práctica, y que conforma el secreto
del Taoísmo.”