Cuántos de los
que practican tai chi chuan saben que el movimiento debe comenzar en la Tierra?
Si no lo sabías, te lo cuento…
Los pies tienen
un maravilloso punto llamado “pozo burbujeante” ubicado en un pocito en la
planta del pie que nos conecta con la Tierra. Por este punto intercambiamos energía
con el planeta. Aprender a utilizarlo para generar movimiento en el cuerpo es
parte de la práctica de tai chi.
El movimiento de
inicio nos ayuda a tomar la energía para comenzar la Forma. Y esa energía llega
a las manos y a la cabeza… siempre y cuando las rodillas no estén trabadas. Es costumbre
de muchas personas tener las rodillas rígidas y entonces no poder hacer el
movimiento ondulatorio necesario para que la energía ascienda.
La energía llega
a la cadera y comienza a ascender por la columna, ondulante también, hasta que
se divide hacia los brazos en la base del cuello. Todo este trayecto que
recorre la energía es importante que se encuentre libre de bloqueos. Esto sucede
con la misma práctica de tai chi y también de chi kung.
Un impulso
energético para cada brazo y otro que sigue ascendiendo hasta la coronilla. Lo mismo
que con las rodillas, los codos deben estar relajados para que la energía pueda
llegar a las manos.
La energía se
expresa a través de las manos – como un golpe o una defensa en el aspecto
marcial, o como sanación y armonía en el aspecto terapéutico – en un punto
llamado “palacio del trabajo”. Esta energía que se emite por el palacio del trabajo es la misma que
ingresó por el pozo burbujeante.
Todo lo que
sucede en el cuerpo entre que la energía ingresa por los pies y se emite por las
manos es obra de la energía de la Tierra, sumada a la intención de la propia
mente, que es la que tiene claro qué hacer. Por ello en la práctica de tai chi recuperamos
energía y no gastamos la propia. La Tierra nos llena constantemente.
Para finalizar el
ciclo y regresar, la energía que llega a la coronilla desciende por la línea
central delantera del cuerpo y vuelve a la Tierra. Todo esto sucede en 1
movimiento, en 1 ciclo respiratorio. Y en la práctica de la Forma, sucede
constantemente, una vez tras otras hasta concluir la Forma.
Cuando llegamos a
este punto, el de poder dejar que sea la Tierra la que nos mueve, hay una
enorme fluidez y armonía, no solo en la práctica sino en la vida entera.