Voy a insistir en
la importancia de quedarse quieto, más aún en este momento del año y también
ante la situación social que vivimos en Argentina estos últimos días.
Solo a través de
la quietud logramos observar nuestros pensamientos y emociones. Habitualmente estos
son energías que nos impulsan a actuar de manera reactiva, sin reflexionar más
allá de lo primero que surge en nuestra mente.
Muchas veces
estos pensamientos y emociones no son siquiera propios. ¿Alguna vez has actuado
de una manera en la que luego no te reconoces? Pues bien, nuestro cuerpo
energético tiene la capacidad de absorber las energías que lo rodean. Esto lo
hace constantemente a través de la interferencia de las energías electromagnéticas
que todos los seres y cosas emiten (todos somos energía e irradiamos
constantemente). Nuestra energía se cruza con todas las otras: las del miedo,
las del fin de año, las del estrés laboral, las de la euforia, etc. Nuestro
campo energético se equilibra con el del ambiente todo el tiempo, dando y
tomando, receptando y emitiendo.
Es en la quietud en
la que podemos determinar si las emociones que surgen en nosotros son propias o
ajenas y entonces elegir conscientemente no dejarnos llevar ni actuar a partir
de éstas. A través de a auto-observación profunda, de conocernos íntimamente y
no engañarnos, aprendemos lo que somos y lo que no somos.
Además, al estar
quietos, nuestro cuerpo actúa como el agua: va permitiendo que lo denso se vaya
al fondo y decante hacia la tierra. La densidad emocional y mental se aquieta y
la Tierra la recibe y transforma. El contacto con la tierra y el aire nos
permite incorporar energías nuevas a nuestro cuerpo. De esta manera reciclamos nuestra
energía, nos limpiamos y nos permitimos soltar y renovar.
Esto es mucho
mejor cuando estamos al aire libre, en la montaña, un lago, el mar, etc. La
naturaleza siempre es una fuerza más potente que nosotros y nos recicla y nos
recarga de la misma manera que los ambientes densos nos contaminan y
sobrecargan.
Con lo cual, en una
tarde de paseo en este inicio del verano (o invierno para quienes están al
norte) recordemos dedicar un rato a la quietud, al silencio y a dejarnos limpiar
y renovar por la naturaleza. No hay que hacer nada, solamente estar allí, quietos
y dispuestos a que eso suceda.