Estos zafus vacíos ya me están esperando.
Estaré sentada
por cinco días. Me voy a Sesshin de invierno de la Sangha (retiro de meditación
zen del grupo con el que practico, Viento del Sur).
Sentarme es ya
parte de mi vida. Es algo natural a lo que recurro cotidianamente. Ante
cualquier situación, primero me siento. Trato de no apurarme. Muchas veces me
siento simplemente por sentarme, por el placer de estar quieta observando la
vida, sin hacer mucho mas que eso.
Los invito a
sentarse. Disfrutar unos momentos de la sensación de tener el culo apoyado en
una silla de manera consciente.
Sentarse – de Enrique Mariscal, libro “El poder de lo
simple”.
“Para llegar bien lejos es imprescindible
primero sentarse. En algún momento corresponde borrar la pizarra.
Detenerse es una decisión importante, sentarse lo
es todavía mas. Es ubicarse en el cosmos para conectarse con el ahora. Implica
callar, filtrar las acciones que promueven el deseo, desensillar, acampar,
concentrar energía en la escucha, en lo que se dice, meditar, ir a nuestro eje,
a nuestro centro, sin querer llegar a ser “alguna otra cosa”. Es una
posibilidad extraordinaria de ingresar en el no-movimiento.
Si lo que se busca en la vida es dinero, hay que
sentarse para pensar bien cómo se consigue o se utiliza. Si lo que se pretende
es liberarse de las posesiones que nos posee, hay que sentarse para encontrar
los correctos movimientos que manumisan.
Los mas sabios
textos de la India antigua se llaman upanishads,
denominación que en sanscrito equivale a “sentarse”.
Confiamos en
cualquier autoridad porque tenemos miedo a quedarnos solos. Buscamos protección
en alguien que sospechamos mas consistente. Pero una cosa es la triste soledad
del aislamiento, que implica tristeza, corrupción, quebranto y división, y otra
es la soledad propia del hombre libre.
La sensación de “rama caída” implica quebranto, aislamiento
desafortunado, un estado de corrupción con la unidad de la vida.
Un proverbio sanscrito dice que las ideas son
hijas de mujeres estériles.
Tal vez por eso
estemos necesitando una educación inmunizadora que nos eleve a la grandeza de
lo simple. La protección está en las alturas, no en las contiendas. Toda guerra
es una guerra perdida.
El gladiador que
se desconoce a si mismo es un perdedor crónico, no sabe quién es su enemigo,
ignora contra quien pelea y qué quiere ganar. Está combatiendo consigo mismo y
no se da cuenta de ello, envejece sin renovar energías, sin obtener aprendizaje
alguno. Todas las medallas y monedas que pueda juntar en esa condición carecen
de valor, son falsas. Es una tontería seguir luchando para defenderlas, a nadie
le interesan, son viejas, tienen la edad del garrote creado para asustar.
El llamamiento de
la vida nueva pide tregua, descanso, renuncia, sentarse. Rejuvenecer en la
alegría.”
Gracias a todos.