“En Oriente, la respiración se considera una ciencia. La
China tiene el Qigong y la India su pranayama, pero el mundo occidental ni
siquiera posee un término específico para designar el control de la respiración.
Por lo demás, los médicos occidentales tampoco comprenden cómo la energía
atmosférica puede servir de «nutriente» esencial para la salud humana.
Irónicamente, la ciencia occidental ha recopilado en los últimos tiempos una
abundante información que tiende a confirmar claramente las antiguas ideas
taoístas con respecto al aire, al aliento y a la energía, así como su decisiva
importancia para la salud y la longevidad.
El elemento esencial del aire que transporta la carga vital
de Qi no resulta ser el oxígeno, ni el nitrógeno, ni ningún otro elemento
químico gaseoso, sino más bien los iones negativos, minúsculos y sumamente activos
fragmentos moleculares que poseen una carga eléctrica negativa equivalente a la
de un electrón. Por el contrario, los contaminantes como el polvo, el humo y
los productos químicos tóxicos adoptan en el aire la forma de grandes iones
polimoleculares de carga positiva. En el aire contaminado, los iones positivos
atraen, capturan y neutralizan a los iones negativos, privando así al aire de
su vitalidad.
Respirar esta clase de aire equivale, en otro nivel, a
alimentarse de «comida basura», llena de calorías muertas. En el aire campestre
puro, la proporción de iones negativos y positivos viene a ser aproximadamente
de tres a uno; en la contaminada atmósfera de la ciudad, esta proporción se
invierte espectacularmente, cifrándose aproximadamente en un ion negativo por
cada quinientos iones positivos.
La vitalidad de los iones negativos del aire también queda
destruida por los sistemas de aire acondicionado y calefacción central, y por
los espacios cerrados. Hace mucho que se ha observado que el hecho de trabajar
todo el día en un taller u oficina con aire acondicionado o calefacción suele
dejar a las personas completamente agotadas, aunque no hagan más que estar
sentadas tras un escritorio o de pie ante una cadena de montaje, en tanto que
los campesinos que se pasan el mismo número de horas al aire libre, realizando
un extenuante esfuerzo físico, no presentan este síndrome de completo
agotamiento al terminar la jornada.
Esto sucede porque no es el trabajo en sí lo que agota a los
obreros y oficinistas, sino la ausencia de vitalidad en el aire que deben
respirar todo el día. En Japón, donde se tiene claro el concepto de Qi, la
mayoría de los edificios de oficinas, fábricas y hoteles de lujo están actualmente
provistos de generadores de iones negativos, para reponer los destruidos por la
calefacción, el aire acondicionado y la contaminación. Tal vez éste sea uno de
los secretos de la increíble productividad de los japoneses.
En la naturaleza, el aire resulta naturalmente ionizado por
la acción de la radiación electromagnética de onda corta procedente del sol y
otros rayos cósmicos, que bombardean las moléculas de aire e imparten energía a
los fragmentos. El movimiento y la evaporación de las grandes masas de agua
también ionizan el aire que tienen encima. Un tercer sistema de ionización
natural es el libre desplazamiento del viento sobre los grandes espacios
abiertos. Así pues, el Qi atmosférico más potente se encuentra en las grandes
altitudes, donde la radiación solar y cósmica es más intensa, los vientos son
constantes y el agua se halla en forma de lagos y rápidas corrientes. Por eso
se siente uno tan refrescado y vigorizado tras pasar un día en la montaña, aun
después de una gran caminata.”