En nuestra vida
cotidiana actual, tan veloz y vertiginosa, los momentos que compartimos con
nuestros hijos suelen ser de las mismas características, flashes acelerados y
llenos de adrenalina que nos dejan a todos agotados. Tenemos la intención de
estar con ellos, pero ¿realmente estamos allí, compartiendo con nuestros hijos?
¿O simplemente nos dejamos arrastrar todos juntos?
Si como padre has
tenido alguna vez la intención de iniciar una práctica meditativa o ya la
haces, del tipo tai chi, yoga o meditación, puedes compartirla con tus hijos.
Aprovechar ese espacio que nos brinda una clase para estar allí con los hijos,
en la quietud y en la calma.
Muchas veces, en
el silencio surgen conexiones mucho mas profundas que las habituales y de esa
manera podemos relacionarnos con los niños desde lo mas verdadero del ser que
somos. No hace falta correr, saltar, gritar o comprar… podemos estar con
nuestros hijos, nietos, sobrinos, sentados en silencio unos minutos, en completa
presencia, compartiendo el momento presente con ellos.
En mi experiencia
practicando meditación con mi hija (que pueden leer en este artículo), el vínculo que surge entre padres e
hijos a través de la meditación no tiene palabras y va mas allá de lo que
nuestra mente puede comprender. Al sentarnos con nuestros hijos en meditación
compartimos con ellos lo que somos tal cual, sin juicios, sin interferencias
del ego paterno y en total apertura, nuestros hijos nos reciben de igual
manera.
Como padre, hay
que animarse… los chicos seguramente no tendrán ningún problema.
Y si tienen
ganas, los invito a probar…mas info aquí.