Una vez que
comprendemos que no somos las emociones que sentimos ni que estas nos definen
dejamos de relacionarnos de manera dual y simplemente estamos: estamos tristes,
estamos enojados, estamos con miedo. Estar en vez de ser. Es un poco mas
liviano, ya que el estar es pasajero.
Las emociones
tienen un mensaje, contienen información sobre lo que es necesario hacer en
nuestra vida para retornar al punto de armonía. Lo que sucede muchas veces (la
mayoría diría yo) es que el mensaje que la emoción contiene no nos gusta para nada
y no tenemos ni ganas de hacerle caso.
Las ideas
mentales tienen mucho peso, las expectativas, los deseos, los planes nos llevan
a ignorar el mensaje emocional y seguir con nuestra vida como si nada hubiera
pasado, como si la emoción no hubiera existido.
Al poner la idea
mental, lo que “debiera ser”, por encima del mensaje emocional estamos
nuevamente reprimiendo esa energía y estancándonos en un estado de no-armonía.
Lo que nos sucede
tiene un sentido. No podemos hacer como que nada ha pasado. Podríamos en vez,
prestar atención a estos mensajes y de esa manera acomodarnos mas fluidamente en
la propia vida.
La tristeza:
Nos dice que
debemos dejar ir. Nos habla de la necesidad de desapego, del ciclo natural de
la vida y la muerte. Debemos ir a la introspección, a la oscuridad de la noche,
para poder comprender la impermanencia de todas las cosas. Todo cambia y
debemos ir con el cambio.
Cuando estamos
tristes debemos soltar aquello que ha muerto: una relación, una amistad, una
idea, un proyecto, una expectativa no cumplida, para poder entrar en la
siguiente etapa del ciclo que transitamos.
El enojo:
Nos dice en
primer lugar que tenemos mucha energía disponible y también que debemos poner límites
ante las invasiones de otras personas sobre uno mismo. Las acciones deben ser
claras, concretas y poderosas.
Cuando nos
enojamos debemos utilizar esa energía para delimitar el propio terreno e
impedir las invasiones, generando un poco de aislamiento y distancia con el
entorno hasta tanto la explosión inicial del enojo ceda y luego podamos entrar
en una etapa de negociación.
La alegría:
También tiene
mucha energía. Nos dice que debemos florecer, inundar con nuestro aroma a todo
lo que nos rodea, contagiar, expandirnos, sin perder atención en la vida y en
el cambio que se vendrá. La alegría siempre es impermanente, tiende a apagarse.
Por ello, cuando estamos
alegres debemos aprovechar el momento, centrarnos plenamente en el momento
presente y expandir nuestra existencia en todas direcciones.
El miedo:
Nos dice que
debemos prestar atención, ir con cuidado, lento y observando. Nos ayuda a
frenar a considerarnos en el propio
cuerpo. Nos indica que debemos cuidarnos, preservarnos.
Cuando sentimos
miedo debemos parar, observar, limitar nuestras acciones, quedarnos quietos fundiéndonos
con el entorno hasta que descubramos la amenaza, para luego movernos con precaución.
La preocupación:
Relacionada con
la necesidad de control y el pensamiento obsesivo, nos dice que debemos salir
de nuestro mundo interno para ver la realidad y el amplio panorama total. Nuestra
mente nos atrapa y crea una realidad falsa que nada tiene que ver con lo que
sucede en el mundo.
Cuando estamos
excesivamente preocupados debemos ampliar nuestro mundo, salir de la zona de
confort, situarnos en el mundo hasta que logremos poner foco en lo real de la
vida.
Tristeza, enojo, alegría, miedo y preocupación: las cinco emociones básicas de la
medicina china con las que debemos aprender a relacionarnos y saber escuchar.