Crecí haciendo
todo lo que pude. Vivo haciendo todo lo que puedo, en muchos sentidos. Me
agota, llego al límite muchas veces.
Pero tantas veces
me han dicho “da lo mejor de ti”, “haz lo mejor que puedas”… para una persona
de muchas capacidades eso significa hacer realmente mucho, y sobre todo, abusar
de la máxima capacidad todo el tiempo.
Cuando no doy
todo de mi, cuando no hago todo lo que puedo, siento que le estoy fallando a
alguien. A quién? Al imaginario mental que me reta cuando no hago todo lo que
puedo. No hay nadie mas. Nadie me reta en realidad, solo yo a mi misma a partir
de una creencia fuertemente fijada en mi interior: la que dice que hay que
hacer todo lo que uno puede.
No hacer está mal
visto. No hacer todo lo que uno puede es como ser un vago, o un egoísta, o no
se, cada uno encontrará su calificativo relacionado al no hacer.
Busco una foto
para ilustrar el no hacer y no hay.
Siempre estamos haciendo. Es verdad, aun sin hacer nada estamos haciendo nada.
Pero creo que
hacer menos es una de las claves para la supervivencia de la humanidad y del
planeta. Nuestra actividad ha ido creciendo desde el principio de los tiempos
de las personas. Tal vez es momento de comenzar a bajar la cuesta, es momento
de hacer menos.
No voy a hacer
todo lo que puedo, porque a veces puedo y quiero, pero no corresponde. A veces
puedo y no quiero, y hago igual por… porqué?
Mejor voy a hacer
lo que siento. Y siento que a veces mejor no hago nada.