He leído muchos
libros, algunos de verdaderos maestros, otros de simples personas. No coincido
totalmente con ninguno.
He tomado muchas
clases, practicado con muchas personas. Mi práctica no es totalmente igual a la
de ellos.
Me he sentado a
meditar numerosas veces, al lado de maestros y personas. Mi quietud no es exactamente
la de ellos. Mi tai chi no es el de otros, mi caminar no es el de otros.
¿Qué es lo que
estoy haciendo? me pregunto habitualmente. ¿Por qué no coincido con todos?
Mi mente está
abierta, receptiva y así y todo, no aprendo exactamente lo que otros aprenden,
lo que los maestros enseñan.
Es que vivo mi
vida. No vivo la vida de ellos. Eso produce una grata mezcla de propiedad y
ajenidad en la práctica. Esto es propiamente mío pero también lo he tomado de
afuera.
Mi camino no es
igual a otros. Como el camino de cada otro no es igual al nuestro. Nadie debería
hacer lo que hacen todos. Pero es más fácil, mucho as fácil, caminar sobre
senderos ya trazados.
Lo lamento! yo voy
haciendo mi propio sendero, arranco mis propios yuyos, apisono mi propia
tierra, me hundo en mis propios pozos y me embarro los pies en mis propios
charcos. Suena un poco masoquista pero así lo prefiero.
¿Por qué no
transitar los senderos ya marcados por los maestros? Dos motivos: no son los propios
y los verdaderos maestros no lo querrían.
Trazar el propio
camino es un arte. El arte de conocerse a sí mismo (y a partir de allí “conocer
a los demás”, dice el Tao Te King). En el conocerse a sí mismo están los yuyos,
los pozos y el barro y eso es doloroso. La
propia torpeza es fea. Pero también el propio sendero está lleno de flores
bellas que amanecen con el sol, noches de estrellas que iluminan planetas
lejanos y silencios internos compartidos con la humanidad.
Cuando encontré el
primer pozo en mi camino, me quise cambiar al de otro. Pero salió el sol y encontré
la primera flor, entonces allí me quise quedar. Avanza, avanza! me dijo una
vaca que venía por detrás. Desde entonces, la vaca me empuja cuando me aferro y
sigo avanzando, entre pozos y flores, arrancando mis yuyos.
Foto: Pispeo a la vaca, que viene atrás mío.