Las clases eran muy
decepcionantes y frustrantes. Mi cadera siempre estaba muy dura y mi cuerpo
desenraizado. El profesor criticaba constantemente mi falta de enraizamiento,
como si yo supiera, en ese momento, que cuerno significaba enraizarse! (ese debe
ser el concepto mas difícil de aprender en esta práctica).
Además mi pecho
no cumplía tampoco con las exceptivas, mis ondulaciones eran bastante pobres y
para colmo de males, todo trabajo relacionado con el centro del pecho, dantien
medio o 4to chakra me hacía llorar. Con lo cual, cada clase era una tortura.
No duré un año. Y
en esos meses aprendí lo mas importante en mi formación como instructora: aprendí
el opuesto a la forma en la que me enseñaban, aprendí la gran importancia que
tiene enseñar con compasión por el alumno.
En esa época mi
hija tenía unos 2 años y en mi cuerpo todavía rezumaban fuertemente los
recuerdos de un parto traumático y una diversidad de enfermedades y
complicaciones posteriores. Obviamente mi cadera estaba dura y no tenía ninguna
intención de flexibilizarse después de una experiencia tan dolorosa. Y cada emoción,
aun guardada en mi pecho, salía a borbotones ante el mas mínimo estímulo.
A través de esa
experiencia aprendí en carne y hueso que mi cuerpo tiene toda mi historia almacenada
y me permitió ver a mis alumnos de la misma manera.
Cada persona que
se acerca a la clase tiene una historia. Se mueve a través de su cuerpo físico
y mueve esa historia. A veces eso implica sacar emociones, pensamientos, recuerdos
y situaciones que están guardaditas dentro de sí. En cada postura “incorrecta”
hay una memoria, en cada respiración “descoordinada” hay una emoción. ¿Cómo
decirle al alumno que hace mal los movimientos sabiendo que en esa incorrección
está su dolor y su memoria?
Tal vez el alumno
aun no está dispuesto a soltar… y se moverá con dificultad por algunos meses
mas. Mi trabajo interno siempre es poder acompasarme al tiempo del alumno,
poder acompañarlo en su camino, al tiempo que él lo pueda recorrer.
Desarrollar la compasión
como instructor para acompañar a los alumnos, corregirlos con cuidado y atención,
escucharlos y respetarlos en sus elecciones y caminos, requiere primero
desarrollar la compasión por uno mismo. Y mi camino de auto-cuidado y de atención
a mi propio ser lo aprendí principalmente por el Zen, pero eso no es una regla,
hay muchas formas de llegar a comprender la autocompasión, no como una cosa lastimosa que está mal vista,
sino como el simple hecho de estar con uno mismo y acompañarse con el corazón abierto
en las buenas en las malas, no escaparse de la propia vida y cuidarse.
La compasión implica
ecuanimidad. Poder hacer y a la vez poder dejar de hacer. Disciplina sin
exigencia extrema, cuidado sin obsesión, relajación sin dejadez, el camino del
medio. Y los alumnos siempre son nuestro espejo, maravillosa gente que llega a enseñarle
mas al instructor que viceversa. Si exigimos a los alumnos, es porque somos
exigentes con nosotros mismos. Si corregimos buscando la perfección, es porque la
perfección es nuestro propio anhelo, si invadimos al alumno y no lo respetamos,
eso hacemos también con nuestro ser interior.
Los alumnos nos
muestran una diversidad de posibilidades, todas las sendas posibles en un
ancho, muy ancho camino. Cada uno elige por donde caminar. El instructor,
simplemente, acompaña.
Invito, a quien esté interesado, a leer la información
sobre el Instructorado de Chi Kung que comienza en abril 2014 y dictaré por
primera vez, con la visión de llegar a enseñar con compasión a través del
camino del autoconocimiento. Gracias.