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19.3.14

Enseñar con compasión

Hace unos años tuve la oportunidad de practicar con un maestro que era conocido por su exigencia. En mi formación como instructora de chi kung me interesaba refinar mi técnica y fui por ese camino con este profesor.

Las clases eran muy decepcionantes y frustrantes. Mi cadera siempre estaba muy dura y mi cuerpo desenraizado. El profesor criticaba constantemente mi falta de enraizamiento, como si yo supiera, en ese momento, que cuerno significaba enraizarse! (ese debe ser el concepto mas difícil de aprender en esta práctica).

Además mi pecho no cumplía tampoco con las exceptivas, mis ondulaciones eran bastante pobres y para colmo de males, todo trabajo relacionado con el centro del pecho, dantien medio o 4to chakra me hacía llorar. Con lo cual, cada clase era una tortura.

No duré un año. Y en esos meses aprendí lo mas importante en mi formación como instructora: aprendí el opuesto a la forma en la que me enseñaban, aprendí la gran importancia que tiene enseñar con compasión por el alumno.

En esa época mi hija tenía unos 2 años y en mi cuerpo todavía rezumaban fuertemente los recuerdos de un parto traumático y una diversidad de enfermedades y complicaciones posteriores. Obviamente mi cadera estaba dura y no tenía ninguna intención de flexibilizarse después de una experiencia tan dolorosa. Y cada emoción, aun guardada en mi pecho, salía a borbotones ante el mas mínimo estímulo.

A través de esa experiencia aprendí en carne y hueso que mi cuerpo tiene toda mi historia almacenada y me permitió ver a mis alumnos de la misma manera.

Cada persona que se acerca a la clase tiene una historia. Se mueve a través de su cuerpo físico y mueve esa historia. A veces eso implica sacar emociones, pensamientos, recuerdos y situaciones que están guardaditas dentro de sí. En cada postura “incorrecta” hay una memoria, en cada respiración “descoordinada” hay una emoción. ¿Cómo decirle al alumno que hace mal los movimientos sabiendo que en esa incorrección está su dolor y su memoria?

Tal vez el alumno aun no está dispuesto a soltar… y se moverá con dificultad por algunos meses mas. Mi trabajo interno siempre es poder acompasarme al tiempo del alumno, poder acompañarlo en su camino, al tiempo que él lo pueda recorrer.

Desarrollar la compasión como instructor para acompañar a los alumnos, corregirlos con cuidado y atención, escucharlos y respetarlos en sus elecciones y caminos, requiere primero desarrollar la compasión por uno mismo. Y mi camino de auto-cuidado y de atención a mi propio ser lo aprendí principalmente por el Zen, pero eso no es una regla, hay muchas formas de llegar a comprender la autocompasión,  no como una cosa lastimosa que está mal vista, sino como el simple hecho de estar con uno mismo y acompañarse con el corazón abierto en las buenas en las malas, no escaparse de la propia vida y cuidarse.

La compasión implica ecuanimidad. Poder hacer y a la vez poder dejar de hacer. Disciplina sin exigencia extrema, cuidado sin obsesión, relajación sin dejadez, el camino del medio. Y los alumnos siempre son nuestro espejo, maravillosa gente que llega a enseñarle mas al instructor que viceversa. Si exigimos a los alumnos, es porque somos exigentes con nosotros mismos. Si corregimos buscando la perfección, es porque la perfección es nuestro propio anhelo, si invadimos al alumno y no lo respetamos, eso hacemos también con nuestro ser interior.

Los alumnos nos muestran una diversidad de posibilidades, todas las sendas posibles en un ancho, muy ancho camino. Cada uno elige por donde caminar. El instructor, simplemente, acompaña.



Invito, a quien esté interesado, a leer la información sobre el Instructorado de Chi Kung que comienza en abril 2014 y dictaré por primera vez, con la visión de llegar a enseñar con compasión a través del camino del autoconocimiento. Gracias.