Generalmente las
personas somos bastante inconsistentes. No estamos enteramente en el cuerpo, no
ocupamos nuestros propios espacios, partes de nosotros mismos se nos tornan extrañas,
no sentimos físicamente lo que somos.
Emocionalmente
tampoco logramos convertirnos en algo mas sólido. Somos como una gelatina a
medio freezar… las emociones se nos escapan, o les huimos, hay ciertas cosas
que no queremos sentir. Evitando la mitad de lo que sentimos no logramos tomar
consistencia en el ser emocional que somos.
Energéticamente
no tenemos ni idea de lo que pasa en nuestro cuerpo. La mayoría de nosotros no
fuimos educados en la conciencia energética, con lo cual la energía pasa por el
cuerpo, se estanca, se revela o fluye sin que nos demos ni siquiera cuenta.
Pero la mayoría
de nosotros tenemos una gran consistencia mental. Nuestra mente lo es todo:
pensamientos, pensamientos y pensamiento. Que reales que son!! Eso si que es
consistente y totalmente identificatorio.
De esta manera,
vivimos con miedo a que nos pasen cosas que alteren nuestra inconsistencia. Y
como somos tan terriblemente inestables, cualquier cosa nos puede dañar.
En la práctica
del tai chi chuan (y otras disciplinas también), lo que buscamos es hacernos
consistentes. Ocupar todo el cuerpo por dentro, habitar cada uno de nuestros
propios espacios, adueñarnos de cada una de nuestras emociones, sentirnos,
sentir la energía que circula. A la vez, encontrarnos con el dolor que nos
provoca ser eso mismo que somos y sentir nuestros bloqueos y trabas.
En la práctica
tratamos de restarle consistencia a la mente, literalmente intentando dejarla
como la gelatina derretida, ya que de esa manera la mente no sabe bien como
actuar y se deja de joder por un rato. Entonces el cuerpo se solidifica, la
mente se ablanda.
Cuando sentimos
los pies en la tierra, buscamos que tome consistencia esa relación con el piso,
entregándonos a que la tierra nos sostenga. Cuando sentimos el aire alrededor
del cuerpo, buscamos que nuestra piel se comprometa en su relación con el aire,
dejándose contener, rodear, acunar por el cielo.
Cuando sentimos
la respiración en nuestro cuerpo, buscamos que todo el cuerpo respire. No solo
los pulmones se expanden, sino cada célula de nuestro propio cuerpo que recibe
el aire. Creemos que el proceso de respiración queda en el pulmón, pero no, la
sangre absorbe oxígeno y lo lleva a cada rincón del cuerpo. Puedo acompañar al
aire con la consistencia de mi presencia en cada célula?
Me hago
consistente ocupándome, o sea, ocupando todo de mi. Como si pudiera llenar una
habitación de cosas, completamente llena de piso a techo, de pared a pared, de
la misma manera me ocupo a mi mismo: de cabeza a pies, de adentro hacia la piel
e incluso me salgo por los poros!
Pero no estoy
lleno de pensamientos o de ego, estoy habitando mi cuerpo con mi ser, estoy
lleno de mi estando completamente presente en mi, en la tierra, en el cielo, en
el momento presente. Esto nos lleva a sentir el cuerpo y todo lo que sucede en
él de una manera impresionantemente real y tangible.
Y la única forma
de transitar por esta vida es a través de nuestro cuerpo físico y de lo que
experimentamos a través de él, así que mas vale ocuparlo porque si no, se nos
escapa la vida.