Por Darlene Cohen en Tricycle (traducción).
Cuando el dolor es un
objeto mas entre la amplitud de nuestra atención, pierde su poder.
“El dolor es inevitable. El sufrimiento es opcional.”
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“Nada de lo que aprendí en el Zen, a través de la práctica y
los innumerables retiros a los que asistí, me preparó para lidiar con la artritis
reumatoide que desarrollé en el 7mo año de práctica. Superada por el poder del
dolor, poco pude hacer mas que rendirme a la fisicalidad de mi existencia. No había
elegido explorar la consciencia a un nivel tan visceral pero, una vez forzada a
ello, descubrí que había otras experiencias allí para ser observadas.
Si en algún momento fui consciente de, por decir, 10
aspectos distintos del momento presente (como el ruido del aire acondicionado,
el pensamiento sobre lavar la ropa, los anteojos deslizándose por mi nariz) el
dolor era 1 entre esos 10 objetos de atención. Pero, si en algún momento pudiera
estar atenta a, digamos, 100+ aspectos del momento presente (no solo las 10
anteriores sino aspectos mas sutiles como la sombra de la lámpara, el roce de
mi pelo en la oreja, el tironeo de mi ropa sobre la piel) entonces el dolor
seria 1 entre cientos de objetos de atención, y sería un dolor con el que yo
podría vivir.
Cómo se logra el desarrollo de esta apreciación de las cosas
tal cual son, especialmente cuando uno se encuentra enfermo y dolorido? Debemos
tratar el dolor con delicadeza, respetuosamente, no resistiéndolo sino viviéndolo.
Y cuando lo resistimos, debemos tratarlo con respeto también. El entrenamiento
en meditación zen ha resultado una gran ayuda. Simplemente focalizo la atención
en la experiencia inmediata: las sensaciones del cuerpo, las impresiones que
generan, el fluir de mi consciencia. Como en toda práctica zen, no hay objetivo
ni ganancia. Solo el implacable presente. Y es solo en el presente en el que
podemos cultivar la estabilidad mental necesaria para practicar la
no-preferencia por las condiciones de nuestra vida.
Si tomamos esa actitud, el dolor no comanda nuestra vida. Podemos
comenzar por vivir con el sufrimiento de manera tal que las frustraciones y las
desilusiones sean solo una parte de la vida. Para desarrollar esta actitud
debemos cultivar cualidades que nos permitan estar presentes en la totalidad de
nuestra vida, no solo en los momentos que preferimos estar. Tenemos la
tendencia a no ver las epifanías cotidianas, esperando el “Gran Suceso”. Lo que
el cultivo de la atención al momento presente introduce es espacios, espacios
entre pensamientos y actividades, que nos permiten vivir con satisfacción en
medio de la miseria.
Tal como un Buda de arcilla no puede ir por el agua, ni un
Buda de madera puede ir a través del fuego, una práctica cuyo único objetivo es
la sanación no permanece. Debemos penetrar en el dolor tan profundamente de tal
manera que enfermedad o salud ya no sean una distinción, y así vivir la vida. Hay
que renunciar una y otra vez a la búsqueda de alivio del dolor y de sanación, y
soltar el deseo constante de estar bien. Si no, volver a estar bien se
convierte en un obstáculo mas, como cualquier otra expectativa de logro.
Afortunadamente para la propia libertad última, la
enfermedad recurrente es como un villano pisando nuestros dedos cuando nos
aferramos desesperadamente a nuestros cuerpos sanos y funcionales. Sanarse a
uno mismo es como vivir la vida. No es una preparación para nada mas, ni
tampoco un camino hacia una situación llamada “bienestar”. Es el propio ser,
tiene su propio valor. Es cada cosa tal cual es.”
Artículo original en inglés: http://www.tricycle.com/practice/practice-nonpreference