Un ojo que está a punto de perder la vista tiende a ser muy perspicaz en la distinción de los detalles. Un oído que está a punto de volverse sordo tiende a ser muy agudo al oír. Una lengua que está a punto de perder su sensibilidad puede establecer la diferencia entre el agua de dos fuentes. Una nariz que está a punto de perder su olfato es mas sensible a las fragancias. Es como si todos los sentidos estuvieran luchando para mantener su utilidad. Sin embargo, por mucho que se esfuercen, posteriormente perderán su eficiencia.
Lo mismo ocurre con las personas. Quienes están empezando a debilitarse forzarán sus cuerpos al límite. Quienes están a punto de perder su mente se volverán extraordinariamente discutidores. Esto ocurre porque no están dispuestos a admitir que todas las cosas deben acabar y quieren demostrar su fuerza para ocultar su debilidad.
Por otra parte, las personas iluminadas aceptan el curso natural de las cosas. No fuerzan su cuerpo para exhibir fuerza ni su mente para mostrar inteligencia. Sabiendo que hay cosas contra las que no se puede luchar, las aceptan como vienen. Por esto es por lo que pueden abrazar la vida y aceptar la muerte.
Cuento #42 del libro "Lie Tse. Una guía taoísta sobre el arte de vivir" de Eva Wong