El Ser es como un océano. Vemos la superficie, nunca el fondo.
No queremos ir al fondo del Ser. Es lo desconocido, es lo tenebroso. Preferimos estar en la superficie.
Pero a veces es necesario ir a lo profundo. Un problema de salud, un accidente, una crisis… algo nos lleva a investigar en serio sobre quién uno realmente es, sobre qué es lo que está en realidad sucediendo.
Apenas resolvemos el inicio del problema, regresamos a la superficie. El fondo no es atractivo, sino útil cada tanto.
Es bastante agotador ese entrar y salir constante de la profundidad del ser.
Y así y todo, generalmente preferimos la superficie de la vida.
Si nos animáramos a quedarnos mas tiempo en el fondo de uno mismo, ese fondo se haría conocido, se haría visible desde la superficie. El Ser dejaría de ser un océano profundo para ser un arroyo cristalino en el que el lecho se ve a través del agua transparente.
Hay que conocerse bastante bien para ser transparente para si mismo. Cuando uno es transparente no hay profundidades ni oscuridades posibles. Lo que era profundo es ahora lo real, es uno tal cual es, es vivir la vida completa, no solo superficialmente. Es ser y estar en el mismo tiempo, de la única forma y completamente.