Los discípulos lo miraron extrañados. Mantuvieron el silencio, pensativos. El monje agregó: - Quien cree una flor, deberá comunicármelo y será recompensado. - Los discípulos asintieron en silencio y se dispusieron a realizar sus tareas.
Durante el transcurso del día, el maestro caminaba preguntando a uno y otro discípulo: - ¿Haz creado ya la flor? Todas las respuestas eran negativas. Ninguno de los jóvenes sabía como crear una flor.
Uno de ello, hizo una flor con barro. El maestro dijo: - Eso es barro, no flor.
Otro, dibujó una flor en las piedras de piso del templo. El maestro dijo: - Eso es piedra y tiza, no flor.
Luego de la última meditación del día, el maestro preguntó nuevamente: - ¿Alguien ha creado la flor? Uno de sus discípulos más joven levantó la mano tímidamente y dijo: - Si maestro, yo he creado una flor.
-¿Cómo haz hecho? – Preguntó el Maestro.
- He pensado en ella.
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